Espectáculos
El irrenunciable amor al cine de Tarantino en un libro en el que cuenta todo


En vísperas de cumplir mañana 60 años, el guionista y director cinematográfico norteamericano Quentin Tarantino, eyectado al Olimpo de Hollywood luego de una fascinante y por momentos disruptiva trayectoria cinematográfica, todavía sigue discutiendo decisiones de casting de películas estrenadas hace más de 40 años,
Relata entretelones de la contratación de Ali MacGraw para el papel de Carol en «La fuga» de Sam Peckimpah donde compartió cartel con Steve McQueen o explica por qué «Rocky» acabó «con el cinismo» del cine norteamericano de la década del 70.
Todo eso, y muchas más cosas, suceden en el maravilloso libro «Meditaciones de cine», el primero de no ficción editado por el realizador de «Tiempos violentos» y «Jackie Brown», que acaba de tener distribución en Argentina a través de la edición española del sello Reservoir Books por la editorial Penguin.

Lo que deja en claro el libro de Tarantino (27 de marzo de 1963, Knoxville, Texas), ganador de la Palma de Oro en 1994 y de dos Oscar como mejor guionista (1995 y 2013), es la persistencia de un irrenunciable y declarado amor por el cine que nació, según cuenta en el primer capítulo («El pequeño Q ve grandes películas»), cuando tenía siete años y asistió con su madre y la pareja de ella al Tiffany Theater del Hollywood Boulevard a ver una sesión doble de la polémica «Joe», de John Avildsen y «Yo quiero a mamá, pero…», de Carl Reiner, que cambiaron para siempre su vida, y acaso la de muchos otros.
Como buen amante, Tarantino mantiene el fuego intacto, así como la vehemencia, y no pasa por alto fallas ni traiciones, aun cuando fueran antiguas; critica, a veces con desparpajo, decisiones erróneas así como ensalza otras; cuenta conmovido determinadas sensaciones despertadas por determinados filmes: qué pasó en la sala; cómo reaccionó el público ante determinada escena de determinado filme, por ejemplo.
También disecciona guiones, consulta a técnicos, productores, realizadores, esposas de actores o escritores sobre determinadas cuestiones puntuales en la producción de una película específica o narra el enloquecido detrás de escena de ciertas decisiones que cambiaron el destino posterior de un filme y explica, por ejemplo, por qué «Taxi Driver» -filme que adora- es el «hijo bastardo» de «Harry, el sucio» y una remake disfrazada de la reaccionaria «Más corazón que odio», de John Ford protagonizada por John Wayne.

Todo esto, y muchas más cosas, como un declarado amor a Spìelberg y «Tiburón», transforman al libro de Tarantino, que no ahorra impresiones personales, en una estupenda clase de cine, fundamental e irremplazable para entender la producción norteamericana de los últimos 60 años y, sobre todo, lo que vino a partir del Nuevo Hollywood, que comienza a gestarse a finales de los 60 y se consolida en los 70, modificando para siempre los paradigmas de producción de los grandes estudios, época turbulenta que retrató en su última película, «Había una vez en Hollywood».
De cinéfilo apasionado a partir de los siete años, acompañando a su madre y sus novios a todas funciones de cine, Tarantino pasó a los 16 a acomodador del Pussycat Theatre de Torrance, para manejar luego un videoclub, convertirse en crítico, guionista y luego director de cine.
«A partir de ese momento -dice sobre una de esas experiencias de pequeño cinéfilo con 9 años-, me he pasado la vida entera yendo a ver películas y haciéndolas, en un esfuerzo por recrear la experiencia de ver una película de (el actor) Jim Brown recién estrenada, un sábado por la noche en un cine con público negro en 1972″.

Luego Tarantino, toma películas (entre 1968 y 1980), una por capítulo y de ellas cuenta diversas historias, quiénes la hacen, de dónde provienen, qué significaron, por qué este o por qué aquel, cómo fueron recibidas, pregunta a los guionistas por qué eliminaron tal secuencia o narra cómo fue que tal director se quedó con un filme, y en algunos casos (Brian De Palma-Martin Scorsese a propósito del guion de Paul Schrader de «Taxi Driver») se anima a imaginar cómo hubiera sido el filme si hubiera estado dirigido por el otro.
Algunas películas que pasan por el libro y sirven para hablar del «star system», mirar hacia atrás y hacia adelante, discurrir sobre las reacciones y expectativas del público, marcar líneas de continuidad y ruptura en el cine norteamericano son «Bullitt» (1968), de Peter Yates con Steve McQueen; «Harry, el sucio» (1971), de Don Siegel con Clint Eastwood; «Deliverance» (La violencia está en nosotros», en Argentina) (1972), de John Boorman; «La fuga» (1972), de Sam Peckimpah; «Hermanas» (1973), de Brian De Palma; «Rocky» y «Rocky II» (1976 y 1979) John Avildsen y Sylvester Stallone, entre otras.
Anotaciones de Tarantino sobre «Harry, el sucio: «Si Siegel tenía una ventaja sobre sus predecesores o sus contemporáneos en el cine de acción, era su tendencia a introducir en sus películas estallidos de violencia brutal, a menudo cuando el espectador menos se lo esperaba».
O: «Se necesita un cineasta magnífico para corromper totalmente a un público» sobre la aceptación del público de personajes de dudosa moral; o: «la brillante interpretación de Andy Robinson (el asesino serial en la película), como los métodos de su personaje correspondían a un villano nuevo en el mundo del cine».

En «La fuga», cuenta por ejemplo, todos los entretelones de la elección de la pareja femenina de McQueen, por qué una era más apropiada qué otra y cómo se hubiera modificado el filme si le hubieran dado el papel que recayó en MacGraw a actrices que finalmente no lo recibieron (Faye Dunaway, Stella Stevens, e incluso Cybill Shepherd cuando pudiera haberla dirigido Peter Bogdanovich).
Y también interroga al guionista (Walter Hill) por qué tomaron determinadas direcciones en la película diferentes de las del policial negro de Jim Thompson en el que está basado.
Incluso apunta Tarantino: «Aunque ‘La fuga’ de Peckimpah me encanta, tiene fallos irritantes que son culpa del director», y los enumera.

Más tarde habla del cine contestario de la década del 70 con clímax en «Busco mi destino» de Denis Hooper para pasar luego a la generación de los «movie brats», acaso con los que más se identifica y que estuvo formada por Coppola, De Palma, Bogdanovich, Scorsese, George Lucas, Spielberg, Schrader, entre otros.
«Se trata de la primera generación de cineastas que se crió viendo películas no sólo en el cine sino también en la televisión. Es decir, vieron muchas películas».
Y a propósito de eso y la elección de cine de género de estos realizadores comenta sobre «Tiburón»: «Nada realizado antes podía comparársele, porque por primera vez el hombre al frente no era un Richard Fleischer o un Jack Smight llevando a cabo un encargo de unos estudios sino un cineasta genial que disfrutaba precisamente con esa clase de película que estaba haciendo».
La única debilidad del libro es su traducción, el tono coloquial y casi callejero, a veces, de Tarantino, lleva a una elección de un castellano a la que lectores argentinos estamos poco habituados o sobre el que debemos hacer un segundo ejercicio de traducción; frases del estilo: «Joe, con sus gilipolleces delirantes, es para troncharse», que se repiten, parecidas, a lo largo del libro.
Más allá de eso, un material maravilloso y estimulante, ideal para leer con la colección de películas al lado e ir mirándolas una por una.
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Espectáculos
Cuando la pantalla refleja los Derechos Humanos en la era digital


El 20° Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos (Ficdh) que comienza este viernes en salas y espacios porteños, se plantea como objetivo el de poner en pantalla películas que interpelen sobre el uso y el cuidado de los derechos de los cibernautas, tanto en materia de datos como en exposición porque, avisó su directora Florencia Santucho, «le dimos prioridad a los derechos digitales».
«Si bien no todas las películas lo abarca, buscábamos que al menos lo toquen de manera lateral porque los datos se manipulan y esto afecta a los jóvenes porque los expone y convierte al mundo virtual en una realidad paralela, donde no hay una real consciencia de los riesgos», dijo a Télam Santucho.
«Es importante tomar consciencia de nuestros ciber derechos -agregó- y reconocer los espacios donde ponemos nuevas formas expresivas y narrativas, con cuidado a preservarnos y empoderarnos ante las nuevas dinámicas de control y poder de las plataformas».
La programación del Ficdh contará con 13 secciones: Derechos digitales (Finca), Ambiente, Infancia y Juventud, Memoria, Migrantes, Miradas de género, Panorama, Pueblos originarios, Foco Democracia en Latinoamérica, Ventana EngageMedia (Asia-Pacific), Ventana SIMA Studios (EEUU) y Retrospectiva #20FICDH.
Además, tendrá la clásica Sección Escuelas, que proyectará una selección del 20vo Ficdh para jóvenes y 26 películas realizadas por estudiantes en funciones didácticas.
Las competencias se dividirán en tres categorías: Oficial de Largometrajes, Corto y Mediometrajes y Documentales Latinoamericanos. Los premios serán otorgados por la Delegación Europea en Argentina, SIGNIS, La Haye Media, el Instituto en Lenguas Vivas «Juan Ramón Fernández», Gorky Films , Percepciones Textuales y RAFMA.

«El festival prioriza una selección de películas -indicó Santucho- que puedan incluir la diversidad dentro de la problemática. Buscamos las películas con mejor calidad y contenido de impacto, que representen distintos países, culturas y conflictos. Intentamos que haya un relato coral y que esas películas sean estrenos, con visión nueva y nuevos debates con un punto de vista global, para reflexionar de manera local».
Entre las películas seleccionas se podrán ver producciones de Perú, Rusia, China, Polonia, España, Argentina, Canadá, Portugal, Brasil y Francia, que abarcan tanto el género documental como la ficción.
— Festival FICDH (@FestivalFICDH) May 31, 2023
-Florencia, ¿qué valoración hacen de los 20 años de festival?
-El festival cumple 20 años, donde se empezó a sembrar esta semilla por los derechos humanos, con una demanda sobre Memoria, Verdad y Justicia, que en ese momento se podía palpar en la calle. En ese fervor, se ubicó con determinación y se arraigó. Hoy, con esa fortaleza de Madres y Abuelas pudimos abrir otros caminos con los Movimientos Sociales. El festival fue acompañando y creciendo a un movimiento que pudo encontrar un espacio de transformación y construcción colectiva, con un intercambio rico entre distintos actores sociales, con otras identidades y diversidades. Esto nos permitió llegar con esta riqueza humana. Somos referentes en latinoamericano en la temática.
-¿Cómo notan la producción de películas sobre derechos humanos a nivel mundial?
-Ha crecido enormemente en los últimos años. Por suerte hay festivales de Clase A que lo han tomado para sus competencias y las distribuidoras lo han incluido también, así como canales y plataformas. Sin embargo, hay una cuestión sutil sobre lo que se concibe como derechos humanos, para que no sea una visión de algo de lejano, como dictaduras o guerras. Tiene que ser visto como algo cotidiano y actual, en los diferentes ámbitos de la vida social.
-¿Por ejemplo?
-Todo conflicto de un individuo con el contexto que impide su desarrollo y libre expresión es algo de derechos humanos. También buscamos que el punto de vista fuera autóctono en lo que filmaron. Si bien hay muchos festivales que tratan temáticas sociales y derechos humanos, entre todos tenemos diferentes visiones y conceptos sobre lo prioritario para organizarlos. En nuestro caso, buscamos esa diversidad de autores, países y géneros.

-A nivel político, ¿cómo ven desde el festival el respeto por los derechos humanos?
-Es un momento en el cual estamos enfrentando un gran nivel de vulnerabilidad para ciertos sectores sociales, donde no solo hay guerras y violaciones a algunos pueblos, sino también perspectivas de grandes condicionamientos para los refugiados climáticos, con territorios que tendrán conflictos por recursos naturales, no hay suficiente consciencia sobre las violaciones a los derechos humanos. Si vemos que hay mas consciencia de cada sector sobre lo que son sus condiciones. Afortunadamente a través del cine vemos que en los peores contextos hay historias positivas y transmisión de esas herramientas de lucha para emerger de determinadas situaciones.
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Por un capítulo, Kim Cattrall volverá como Samantha Jones en «And just like that…»


Tras la pelea pública con Sarah Jessica Parker y su ausencia en «And just like that…» la serie derivada de «Sex and the city» que se estrenó en el 2021 por la plataforma HBO Max, la actriz británica Kim Cattrall volverá a ponerse en la piel de Samantha Jones en una escena de la segunda temporada, informó la prensa internacional.
Cattrall solo aparecerá en un capítulo en el que mantendrá una conversación telefónica con Carrie Bradshaw (Parker) y así, brevemente, el elenco de «Sex and the city» que completan Kristin Davis y Cynthia Nixon estará como en la serie original.
Según el sitio especializado Variety, su presencia no significó una reconciliación con la protagonista de la serie: para llevar a cabo la escena rodada en marzo en Nueva York, Catrall no tuvo que ver, ni hablar, con ninguna de las actrices ni con el creador Michael Patrick King.
En 2016, Cattrall tomó la decisión de no interpretar más al personaje de Samantha que le dio un Globo de Oro en 2003, luego de considerar que Jones no había tenido un desarrollo «justo» en el guión de la tercera película de «Sex and the City», que finalmente fue cancelada.
Esta situación, según revelaron los medios internacionales, generó tensión con Parker y el creador de la historia.
Está previsto que la segunda temporada de «And Just Like That…» se estrene el 22 de junio, pero la escena en la que aparece Samantha Jones no se emitirá hasta agosto.
Entre los últimos proyectos de Cattrall se encuentran la película «About My Father», junto a Robert De Niro, la serie «How I Met Your Father» y próximamente la serie «Glamorous».
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Rubén Blades: el gran contador de historias condimentadas con buena salsa y swing


Si en su última visita de hace nueve años a nuestro país se unió a Carlos Franzetti y el recordado Leopoldo Federico para hacer lecturas desde el tango de su rico repertorio; en su regreso de la noche del miércoles en el Luna Park, la figura estelar de la salsa a nivel internacional, el panameño Rubén Blades, buceó en la estrecha relación forjada en Nueva York entre esta música y el jazz para recrear sus grandes éxitos junto a una big-band que lo acercó al swing.
Se trató de la parada argentina del “Salswing Tour!”, que la leyenda salsera lleva adelante desde hace dos años para mostrar el laureado disco que da nombre a la gira, realizado junto a un combo al estilo de las grandes orquestas de salón de la era dorada del jazz, dirigida por el bajista Roberto Delgado.
En esa tónica, tanto a través de las canciones como en sus alocuciones en cada intervalo, Blades desplegó sus pergaminos de fantástico contador de historias costumbristas en un lenguaje coloquial y coronadas con moralejas; de preciso compilador de frases populares y de sabio de barrio dispuesto a compartir sus reflexiones. Todo esto desfiló en ropajes que fueron mutando entre la picardía cotidiana, la genuina y sencilla emotividad, y la diatriba política.
En esta oportunidad, las narraciones, salpicadas de humoradas, transitaron en medio de una soberbia orquesta, compuesta por trece vientos, tres percusionistas, dos tecladistas, un bajista y un baterista, que se movió con igual soltura por los extremos de la salsa y el swing, además de mixturar sutilmente ritmos caribeños con sonoridades jazzeras.

El resultado fueron tres horas de goce pleno que mantuvieron encendida la llama iniciada hace 40 años con los fans locales, cuando el panameño debutó en suelo argentino en Obras con su grupo de entonces los Seis del Solar y Los Abuelos de la Nada como banda de apertura.
“La música de salsa en Nueva York siempre ha tenido una conexión y una asociación muy marcada con el jazz, entonces yo nunca entendí por qué razón en algunas partes encuentro gente que se extraña que tengamos inclinaciones hacia el jazz”, expresó Blades hacia la mitad del concierto, a modo de gran síntesis explicativa de su actual propuesta musical.
“Ahora mismo estamos haciendo un trabajo con Ron Carter. Miles Davis iba a grabar un solo en `Buscando América´ y no se pudo, no me acuerdo por qué. Pero hay una relación muy estrecha entre el jazz y la música de salsa de muchísimo tiempo”, ejemplificó el artista, que justamente realizó gran parte de su carrera en aquella ciudad estadounidense.
La explicitación de Blades no debería haber sido necesaria con solo escuchar la aceitada máquina rítmica en la que se convertía la big-band en los pasajes salseros y las magistrales apariciones de lenguajes jazzeros, fundamentalmente en teclados y en algunos vientos.

Por caso, el pianista Juan Berna podía pasar de ser el maestro absoluto del tumbao a ejecutar un solo a la altura de los grandes maestros del jazz; o el tecladista Luis Enrique Becerra podía convertirse en un émulo de Joe Zawinul.
Ambos mundos iban a quedar de total manifiesto en el arranque del concierto, cuando tras la festejada apertura con el gran clásico “Plástico”, que convidó al público a participar activamente sobre el final, cuando se nombran a los países latinoamericanos; el panameño dejó sola a la banda sobre el escenario para la pieza instrumental “Mambo Gil”, grabada originalmente por Tito Puente.
Aunque todavía no iba a aparecer el swing en su estado más puro, la secuencia orquestal ya dejó entrever de soslayo algunos sonidos que acercaban a Nueva York.
La seguidilla de canciones en este primer tramo mostró el perfil más comprometido de Blades y su acercamiento al sentir de las clases populares, de diferentes formas y desde distintos lugares. “Las calles” planteó una realidad barrial común a toda ciudad, “Pablo Pueblo” –con saludo incluido a Piero en el medio- evidenció la persistencia de problemáticas puntuales a pesar del paso del tiempo y “País portátil” mostró equivalencias entre aquella realidad retratada a finales de los `60 con la pintada en esta composición de 2004.

La era de dictaduras latinoamericanas fueron refrescadas con la directa “Prohibido olvidar” y “El Padre Antonio y el Monaguillo Andrés”, inspirada en el asesinato del monseñor salvadoreño Oscar Arnulfo Romero. En el medio, la pícara pintura costumbrista de “Decisiones” también hizo pie en esa temática, cuando el artista recordó que fue una canción censurada en su país.
El cierre del primer bloque del concierto fue con “Ojos de perro azul” y su consecuente recuerdo a Gabriel García Márquez, “Cuentas del alma” y “Amor y control” que viraron la temática hacia las relaciones familiares, y “Todos vuelven”, que sirvió de excusa para recordar a figuras fallecidas, en un desfile de imágenes en las pantallas al estilo de los videos “In memoriam” que suelen emitirse en las entregas de premios.
Tina Turner, Tito Puente, Celia Cruz, Harry Belafonte, Wayne Shorter, Héctor Lavoe y diversas figuras de la música caribeña fueron algunos de los artistas recordados, para luego concentrar las imágenes en argentinos, entre los que caprichosamente aparecieron Gabo Ferro, Gustavo Cerati, Luis Alberto Spinetta, Mercedes Sosa, Ástor Piazzolla, Osvaldo Pugliese, María Elena Walsh, Jorge Luis Borges, Leopoldo Federico, Marciano Cantero, Sergio Denis y los Les Luthiers Daniel Rabinovich y Marcos Mundstock.
Cada canción a lo largo de todo el concierto estuvo precedida por largas parrafadas de Blades quien, con mucho humor y una alta dosis de sensibilidad, narró historias, algunas reales y otras de dudosa procedencia, y detalló el origen de cada composición que se iba a interpretar.
Estuvieron allí sus recuerdos familiares, de viejos amores, momentos compartidos con celebridades como Bob Dylan, Miles Davis o Tony Bennett, sus anteriores visitas al país y la reacción del público en cada caso y comentarios sarcásticos sobre la función pública, ámbito en el que estuvo abocado entre 2004 y 2009 como Administrador General y Ministro de Turismo de su país.
También coqueteó con la idea de un cercano retiro de los escenarios, momento en el que apeló a una historia fantástica, para luego arribar a un hilarante remate y una simpática pero realista conclusión.
“Tuve un sueño en el que aparecieron todos mis personajes. Es cierto. No sé qué comí esa noche. El que más me asustó fue Pedro Navaja porque todos me preguntaban `¿vos te vas a ir? ¿Y nosotros?´. Y Pedro me decía: `¿Y a mí quién me va a cantar´. Así que recapacité. Lo que sí sé es que la última vez que estuve acá fue hace nueve años y en nueve años no me van a ver acá. Espero que me vean en algún otro lugar, pero ya cantando no creo”, deslizó el músico, quien está próximo a cumplir 75 años.

En la segunda parte del concierto, hubo una incursión ya bien marcada por el swing con la instrumental “Do I Hear Four?”, en donde se reforzó la idea estilística con el retiro del escenario de la sección de percusión, que incluía timbales, congas, cencerros, bongós y guiros; el bajo desplegando un “walking”, solos de clarinetes y trompetas con sordinas.
Blades se sumó para la evocación “sinatreana” de “The Way You Look Tonight” y para disfrazarse de Tony Bennett en “Watch What Happens”, tema de Michel Legrand, originalmente arreglado por Buddy Rich.
Claro que el regreso a la salsa y los ritmos caribeños fueron sin concesiones, con “El cantante”, el clásico popularizado por Héctor Lavoe –en otro momento homenaje-, “Arallué” y la personal “Paula C”. El bolero “Ya no me duele más” volvió sobre la senda del swing, “Ligia Elena” regresó sobre el costumbrismo y “Maestra vida” sonó resignificada con el paso de los años para su autor.
“No podemos irnos sin que venga este señor. La canción que me dijeron que era muy larga, que la gente iba a odiar”, lanzó Blades antes de iniciar la despedida con “Pedro Navaja”.
Luego de tres intensas horas, y muy a pesar del mismo Blades, hubo que ponerle punto final al concierto. Quedó sobrevolando si fue el último del panameño en nuestro país y, en caso que vuelva, en qué formato lo hará. Nunca se sabe porque, como bien cantó todo el estadio al unísono sobre el cierre, la vida te da sorpresas.
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