España
Miguel González: “Ortega Smith pidió dormir en la habitación de Franco”

Miguel González (Málaga, 62 años) lleva más de tres décadas en EL PAÍS, periódico en el que destapó las irregularidades en la identificación de las víctimas del Yak-42 o las torturas de militares españoles a prisioneros iraquíes en 2004. Es uno de muchos periodistas que el partido de Santiago Abascal ha vetado, impidiendo que asista a sus mítines y ruedas de prensa. En VOX S.A., El negocio del patriotismo español (Península) analiza la estrategia de la formación política desde su nacimiento hasta hoy, fijándose más en los datos que en las declaraciones, más en lo que hacen que en lo que dicen.
Pregunta. Le dedica el libro a los más de 3,6 millones de españoles que votaron a Vox en las últimas generales. ¿Por qué?
Respuesta. Cada vez que alguien critica a los dirigentes de Vox, ellos se escudan en que se está ofendiendo a sus votantes. Es una técnica propia del nacionalismo; cuando Pujol tuvo sus primeros problemas con la justicia se envolvió en la senyera y dijo que se estaba atacando a Cataluña. Yo he querido dejar claro desde el principio que los votantes no son responsables de lo que Vox haga con sus votos.
P. Vidal-Quadras sostiene que si Esperanza Aguirre se hubiera presentado en 2008 para suceder a Mariano Rajoy, hoy Vox no existiría. ¿Qué hace que un partido creado en diciembre de 2013 pegue el pelotazo en las andaluzas de 2018 y no haya dejado de crecer desde entonces?
Vox era una barca a la deriva hasta que llega la ola del procés
R. Vox se crea con un objetivo: conseguir un escaño para Vidal-Quadras en las elecciones europeas de 2014. No lo logra. Durante años es un chiringuito cuyo presidente, Santiago Abascal, se pone un sueldo de 6.137,70 euros brutos mensuales, aunque no tiene presencia institucional alguna. Es una barca a la deriva hasta que llega la ola del procés y se sube a ella.
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El integrismo católico está pasando su factura a Abascal
P. ¿Cuánto cree que hay de ideología y cuánto de oportunismo en el nacimiento de Vox?
R. Los fundadores de Vox discrepan de las políticas de Rajoy: la subida de impuestos, la marcha atrás en la ley del aborto…Pero ese Vox inicial no es el de Abascal, es una especie de “PP auténtico”. Si Vidal-Quadras hubiera sacado su escaño en Estrasburgo se habría sentado con los populares europeos, no con Le Pen. Cuando Abascal se queda con un partido que amenaza ruina busca el respaldo de lobbies integristas católicos como Hazte Oír, que ahora le están pasando la factura y exigiendo que acabe con las leyes de violencia de género o LGTBI en las autonomías donde tenga poder.
P. Y entre sus votantes, ¿qué porcentaje del apoyo que concitan cree que obedece a sus ideas y qué porcentaje al enfado con los partidos tradicionales?
R. Abascal lo repite: “No hace falta que estés de acuerdo con todo lo que digo, basta que con que compartas lo principal”. Vox consigue aglutinar a colectivos muy diversos: hombres alarmados por el avance del feminismo, católicos conservadores escandalizados por la ruptura de los moldes de género, ganaderos perjudicados por la protección del lobo, trabajadores manuales excluidos de la revolución digital…y luego hay un nacionalismo español que estaba aletargado y despertó con el procés. El independentismo catalán produjo desgarros sentimentales y no solo en Cataluña. La guinda del pastel son los restos de la ultraderecha española de siempre, a la que fagocita Vox.
P. Vox declara la guerra a lo que llama chiringuitos políticos, pero nace justo cuando Abascal pierde su empleo como director de la Fundación para el Mecenazgo de la Comunidad de Madrid, un puesto sin apenas cometidos por el que cobraba más de 82.000 euros. ¿En qué otras contradicciones han caído?
R. En muchas. Vox dice que hay que cerrar todos los chiringuitos pero no ha parado de crearlos. Nace de una fundación, Denaes [Defensa de la Nación Española], pero ha creado otra, Disenso, porque la anterior no le servía para cobrar las ayudas que reciben las fundaciones de los partidos. Entra en el Gobierno autonómico de Castilla y León proclamando que hay que acabar con las autonomías; dice que hay que reducir el gasto político pero solo recorta el del Parlamento regional que debe controlar al Gobierno en el que se sientan. Hasta ahora no ha renunciado a un solo euro de las subvenciones públicas que les corresponden y que suponen ya más del 60% de sus ingresos. Presumen de ser la España que madruga, pero su último congreso lo celebran a las 11 de la mañana de un viernes, un horario solo apto para quienes viven de la política…Pero esas contradicciones no les pasan factura.
P. ¿Por qué?
R. Por la hooliganización de la política. Todo lo que haga tu equipo te parece bien, aunque juegue mal y pegue patadas. Y nunca vas a reconocer que el otro tiene razón. Lo hacen todos, pero Vox lo lleva al extremo. Si uno menciona Gernika, ellos replican con Paracuellos, como le pasó al presidente de Ucrania. Parece que se dan por aludidos al recordar Gernika, aunque es un símbolo universal que debería unir a todos los españoles, porque los agresores eran nazis y las víctimas, civiles vascos, como Abascal.
Vox alimenta el miedo para después ofrecer seguridad, como las empresas de alarmas
P. Dice: “Vox ofrece como pócima la nostalgia”. ¿Hasta dónde se remonta?
R. Vivimos en una época de incertidumbre, pandemias, trabajos precarios, guerras y generaciones sin esperanza de un futuro mejor. Vox y toda la ultraderecha europea alimenta esos miedos, al extranjero, al diferente… para luego ofrecer seguridad, como las empresas que venden alarmas. ¿Qué da seguridad? Lo de siempre: la familia, la patria y la religión. Las instituciones tradicionales donde uno se siente protegido frente a un mundo hostil. Y Vox no cree que la soberanía resida en el pueblo español, sino en la Nación española. Y la Nación española, para ellos, no solo está formada por los españoles vivos, sino también por los muertos y los que van a nacer. Los vivos podemos expresarnos mediante el voto, pero ni los muertos ni los no nacidos pueden votar, así que ellos se arrogan su representación. Y los españoles vivos siempre estaremos en minoría respecto a los muertos y los no nacidos. Esa idea es profundamente antidemocrática y puede justificar una guerra civil. Buxadé [vicepresidente político de Vox] dice: “Si el régimen democrático de partidos se revuelve contra España, la Nación tiene todo el derecho y el deber de defenderse”. Abascal advierte: “Si la mayoría de españoles de ahora quisiera suicidar España, nosotros deberíamos impedirlo”. ¿Cómo? Por cualquier medio, a tiros si hiciera falta. ¿Qué es suicidar a España? Se supone que dar la independencia a Cataluña, pero también podría ser dar una estructura confederal al Estado o simplemente federal. Desde el momento en que te eriges en intérprete de la Nación española tú puedes decidir qué es lo que la amenaza y qué no.
P. Sostiene que no son fascistas, sino neofranquistas.
R. En Vox hay falangistas. Buxadé fue candidato de Falange dos veces y nunca renegó de ello, aunque sí de haber militado en el PP. Javier Ortega Smith estuvo en Falange cuando tenía 18 años y en octubre de 2019 pidió dormir en la habitación número 3 del Hotel Madrid de Las Palmas, en la cama donde Franco pasó su última noche antes de iniciar la Guerra Civil que devastaría España. Las grandes catástrofes del último siglo las han causado tres corrientes de pensamiento que coinciden en poner sus respectivas concepciones ideológicas por encima de la vida de las personas (el comunismo, el yihadismo y el ultranacionalismo) y Vox pertenece a una de ellas, pero calificarlo de fascista es un anacronismo.
P. “Hemos pasado de un extremo a otro: de pegar palizas a los homosexuales a que ahora esos colectivos impongan su ley” (Iván Espinosa de los Monteros); “Es posible que haya ciudadanos que quieran que sus políticos huelan a Nenuco, pero otros quieren más testosterona” (Santiago Abascal). ¿Hay una estrategia detrás de ese tipo de declaraciones explosivas o son meras imprudencias?
Niegan ser homófobos, pero deniegan a los homosexuales lo que para ellos es más valioso: formar una familia
P. Vox asegura que no tiene nada en contra de los homosexuales, pero sí contra el movimiento que reivindica sus derechos, al que llama lobby gay. Quieren encerrar el Día del Orgullo en la Casa de Campo, alegando que ensucia el centro de Madrid, pero no se les ocurriría llevarse los Sanfermines a las afueras de Pamplona. A Vox no le importa que seas gay, pero de puertas adentro de tu casa. Invisible. Y sin derecho a casarte o adoptar hijos, porque solo existe la “familia natural”, formada por un hombre y una mujer, y lo demás es contranatura. Aquí se alían el integrismo católico con un nacionalismo que necesita que las españolas tengan hijos para la Patria. Cuantos más, mejor. “No me preocupa que los europeos no procreen, me preocupa que no lo hagan los españoles”, dice Abascal. Su obsesión es luchar contra el “invierno demográfico”. Y en esa lucha estorban los gais y las mujeres que deciden tener en la vida una prioridad diferente a la de tener hijos. Por eso, aunque repriman los exabruptos más homófobos porque saben que están mal vistos, niegan a los homosexuales lo que ellos mismos consideran más valioso en la vida: formar una familia.
P. Explica en el libro que el manejo de las redes, para lo cual contaron con el asesoramiento de Steve Bannon, estratega de Trump, es clave en el ascenso del partido, aunque cambios recientes en las plataformas les han perjudicado.
R. Las redes les permiten conectar con el público sin intermediarios. Copian la estrategia de la Alt Right, la derecha alternativa americana de Donald Trump. Se abren hueco en un campo que hasta entonces dominaba Podemos. La eclosión de Vox coincide con un cambio en 2018 en el diseño del algoritmo de Facebook por el cual las opiniones contrarias a una publicación puntúan cuatro veces más que las favorables, promocionando los discursos más extremistas. Bannon, estratega de Trump en la campaña de 2016, les ofrece su ayuda. Pero luego hay algunos cambios en las redes sociales que les perjudican. WhatsApp limita el número de reenvíos de un mensaje para frenar la difusión de noticias falsas sobre el coronavirus. Y Twitter ha bloqueado varias veces la cuenta oficial del partido por mensajes que fomentan el odio. Las redes se han vuelto un territorio menos proclive y por eso ahora tratan de generar su propia constelación de medios de comunicación afines.
P. A menudo se acusa a los medios de haber contribuido al ascenso de Vox sirviendo de altavoz a sus ideas. ¿Tiene sentido intentar ocultar lo que opina la tercera fuerza del Parlamento?
R. Ese debate es tan viejo como la prensa. En su época se debatía, por ejemplo, si había que informar o no de los atentados terroristas. Pero se siguió informando y el terrorismo fue derrotado, precisamente, por una sociedad bien informada. Creo que el mejor antídoto es siempre la información. Hay que informar, porque si dejas ese hueco, lo acaba llenando la propaganda o la mentira. Otra cosa es que informes mucho de las cosas que Vox dice y muy poco de las que hace, que son más reveladoras.
P. El otro gran debate en torno a la relación con Vox es el del cordón sanitario. En Francia, el equivalente al PP apoya a Macron frente a Le Pen. ¿Son útiles ese tipo de medidas o pueden ser contraproducentes, convertirles en mártires?
R. Vox no cree en la democracia ni, en consecuencia, en la Constitución. Pero la Constitución no es el catecismo. No hay que creer en ella, sino acatarla. Mientras cumpla la ley, debe ser un partido legal. Aunque ellos quieren ilegalizar a la mitad de los partidos, de los nacionalistas a Podemos, no hay que ilegalizarlos a ellos. Y, por su puesto, tienen todo el derecho a dar mítines y actos públicos sin que nadie les hostigue ni les agreda. A la palabra solo se la derrota con la palabra.
P. Asegura que no es un partido racista porque no discrimina por el color de la piel, sino por la cultura o la religión. Dicen, por ejemplo: “Los latinos tienen un sentido del pecado similar al de los españoles”.
R. Vox tiene un dirigente mulato, Ignacio Garriga. Y no ha criticado que se acoja a los refugiados de Ucrania. Alega que huyen de una guerra, mientras que los que llegan en patera a Canarias o saltan las vallas en Ceuta y Melilla son una “invasión” de inmigrantes económicos. Sin embargo, Abascal elogió al húngaro Orbán por negarse a acoger en 2015 a 1.294 refugiados sirios que también huían de una guerra. La diferencia es que los ucranios son cristianos y los sirios, musulmanes. El nacionalismo de Vox es nacional-catolicismo o, para ser precisos, nacional-integrismo porque critica al Papa Francisco por pedir que se trate humanamente a los inmigrantes irregulares. Vox no puede basar la identidad de España en la raza y lo hace en la religión. Para Abascal, el cristianismo “vertebra España” y el Islam es “la antiEspaña”. A los musulmanes les niega la condición de españoles, aunque tengan DNI como los de Ceuta.
P. Dice que Vox se parece más a una empresa que un partido político. ¿Cómo se ha blindado Abascal al frente de ese consejo de Administración?
R. Vox funciona como una empresa. En 2019 suprimió las primarias para elegir cargos públicos y ahora ha eliminado las elecciones a comités provinciales. Sus cargos internos no son elegidos por las bases, sino designados desde Madrid, como si fueran representantes comerciales. El propio Abascal no ha sido votado por los afiliados. En la asamblea del partido en 2020 se le proclamó presidente por cuatro años con el argumento de que era el único candidato que había obtenido el 10% de los avales, pero nadie sabe cuántos avales tuvo. Como el proceso se hizo por vía telemática, tampoco su rival, el canario Carmelo González, supo nunca cuántos avales había tenido. Simplemente no le dejaron entrar en la asamblea. Abascal pudo haber sometido su cargo a votación pese a ser el único candidato, como ha hecho Feijóo,pero no quiso. Así que el presidente del tercer partido de España no ha sido votado democráticamente.
Abascal pertenece a la misma familia política que Putin
P. ¿Cómo se explica que las donaciones privadas a Vox se hayan reducido casi en un 90% pese su éxito electoral?
R. Es uno de los grandes misterios. En 2018, cuando es extraparlamentario, Vox tiene medio millón de euros en donaciones y en 2019, 1,5 millones, que en 2020, ya convertido en la tercera fuerza política española, se reducen a poco más de 150.000 euros. O el entusiasmo de sus donantes ha decaído de golpe o el hecho de que el Tribunal de Cuentas empiece a fiscalizar su contabilidad lo ha vuelto mucho más escrupuloso que antes.
P. Cuenta que Abascal estuvo a punto de reunirse con Putin, pero finalmente desistió. ¿Por qué?
R. Abascal pertenece a la misma familia política que Putin. Putin dice que mientras él sea presidente no habrá matrimonio homosexual en Rusia y tiene una ley de violencia intrafamiliar que despenaliza al hombre que pega a su mujer si no le causa lesiones ni es reincidente. En torno a las elecciones andaluzas, a través de un exagente del KGB en Madrid, Putin comunicó su interés en conocer personalmente a Abascal. El encuentro empieza a prepararse, pero en el último momento Abascal da marcha atrás por “prudencia”, según dice. Lo que ocurre es que Vox tiene muchas novias en el Parlamento europeo y aún no ha decidido con quién casarse. Inicialmente se había dejado querer por Le Pen y Salvini, pero se cruza la oferta de Ley y Justicia, el partido de los ultraconservadores polacos, que son integristas católicos y no laicos como la francesa y el italiano. Tras hacer sus cálculos, Abascal se decanta por los polacos, enemigos históricos de Rusia, y eso le obliga a renunciar a cualquier coqueteo con Putin, al que sin embargo no criticará en público hasta la cumbre ultra que se celebra en Madrid en enero pasado. No hay que olvidar que sus aliados de Hazte Oír habían buscado financiación en los oligarcas rusos próximos al Kremlin.
P. Vox ha convertido a los tribunales en una especie de tercera cámara. ¿Qué han conseguido en el Congreso? ¿Cuáles son sus principales logros políticos?
R. En el Congreso no han ganado ninguna votación relevante y la mayor prueba es su fracaso en la moción de censura contra Pedro Sánchez. Pero en los tribunales sí. La cantidad de dinero que destinan a pagar fianzas por querellas es enorme, casi el 75% de lo que dedican al alquiler de todas sus sedes. Disparan fuego graneado y alguna pieza cae: el estado de alarma, la incorporación de Pablo Iglesias a la comisión del CNI, etc. Se benefician de las chapuzas y las meteduras de pata, a veces solo formales, del Gobierno. ¿Hasta dónde van a llegar? No dependerá tanto de lo bien que lo hagan ellos, sino de lo mal que lo hagan los demás.
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España
Yolanda Díaz anunciará su candidatura a las elecciones generales el domingo 2 de abril en Madrid

Yolanda Díaz despejará en menos de dos semanas uno de los interrogantes básicos en torno a Sumar, el proyecto con el que busca recomponer el espacio a la izquierda del PSOE. La vicepresidenta del Gobierno anunciará previsiblemente el domingo 2 de abril, en un acto en Madrid, su candidatura a las elecciones generales de diciembre, según se deduce del mensaje difundido este lunes por su equipo en redes sociales. Dos años después de ser señalada por Pablo Iglesias como sucesora natural al frente de Unidas Podemos, la también ministra de Trabajo dará a conocer su decisión —sobre la que oficialmente aún no se pronuncia— justo antes de los festivos de Semana Santa en el Polideportivo Antonio Magariños de la capital. La concreción del lanzamiento, que ha ido posponiendo desde comienzos de año, llega tras una de las semanas más complicada para Unidas Podemos, en la que han vuelto a quedar en evidencia las dificultades para cerrar un acuerdo con Podemos. La exigencia del partido de Ione Belarra, que busca ser reconocido como el actor principal de ese nuevo espacio electoral, pone de manifiesto el enorme reto aún por delante.
“El próximo 2 de abril tenemos cosas nuevas que contarte”, ha escrito la propia Díaz en redes a la vez que la cuenta oficial de Sumar lanzaba un mensaje similar. Este mismo domingo la vicepresidenta ya dio pistas sobre la proximidad del anuncio. “En estos días voy a tomar, quizás, una de las decisiones más importantes de mi vida (…) Lo voy a hacer con carácter inmediato”, dijo en un acto de su plataforma en Sevilla. Según fuentes de su equipo, Díaz tiene previsto rodearse para su anuncio de representantes de distintas organizaciones sociales, parte nuclear del proceso desplegado por toda España, e invitará también a los partidos políticos que ya han estado presentes en las paradas de la gira que arrancó el pasado 8 de julio. Está por ver aún qué perfiles —y de qué formaciones— acuden finalmente. Podemos condicionó hace justo una semana su presencia en ese lanzamiento a que Díaz alcanzara antes con ellos un “pacto” de mínimos que incluya la organización de primarias abiertas para decidir las listas electorales.
Después de días de evidente tensión, la vicepresidenta hizo este domingo un último llamamiento a la unidad y parafraseó intencionadamente al exlíder de Podemos, Pablo Iglesias, repitiendo expresiones que él había pronunciado en una simbólica intervención en marzo de 2019. Aquel acto en la plaza del museo Reina Sofía de Madrid, en el que también estuvo Díaz, suponía el regreso del fundador del partido tras su permiso de paternidad y el arranque de la precampaña para las generales después de la traumática salida de Íñigo Errejón. “Sé bien que es difícil sumar lo distinto, las personas que vienen de tradiciones políticas diferentes. Pero tengo claro que si aspiramos a cambiar nuestro país, cuando coincidimos en el 90% en el programa político, tenemos que estar a la altura del reto que nos ocupa, y nuestra obligación, pensemos lo que pensemos, es caminar juntas”, apeló Díaz. Cuatro años antes, Iglesias había dicho: “No es fácil juntar lo distinto, no es fácil ponerse de acuerdo con otras tradiciones políticas, pero si aspiramos a cambiar este país y estamos de acuerdo en el 90% del programa, hay que tener la suficiente altura para entender que tenemos que caminar juntos”.
Precisamente este lunes, el exvicepresidente publica un artículo en CTXT al hilo de la declaración de la titular de Trabajo en el que vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de decidir las listas en primarias. “Seguir el modelo andaluz de los despachos y las filtraciones es caminar hacia el desastre”, señala Iglesias en alusión a las turbulentas negociaciones para una coalición de izquierdas en las autonómicas de junio del año pasado. En aquel caso, Podemos había celebrado sus propias primarias internas, pero el acuerdo del resto de partidos con los que se conversaba fue que IU liderara la candidatura unitaria. La organización de Belarra se resistió tanto que el pacto llegó in extremis y su formación acabó fuera del registro oficial. “Las primarias abiertas son la única garantía de que, en caso de que los partidos no lleguen a un acuerdo sobre lo que pesa cada uno, la unidad esté garantizada”, resume en su análisis Iglesias.
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España
Ningún partido presenta enmiendas a la totalidad a la reforma de la ‘ley del solo sí es sí’

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La reforma de la ley de Libertad Sexual o del solo sí es sí le ha dado una tregua al Gobierno, o más concretamente al PSOE. Ningún partido ha presentado enmiendas a la totalidad en la propuesta de cambio de la norma, según han adelantado fuentes parlamentarias a EL PAÍS. El plazo para esos trámites finalizó este sábado a las dos de la tarde. Unidas Podemos ya renunció a enmendar toda la reforma impulsada unilateralmente por los socialistas, después de meses infructuosos de negociaciones entre la ministra de Justicia, Pilar Llop, e Irene Montero, titular del Ministerio de Igualdad. El primer recuento oficial del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha cifrado en 721 las penas ya rebajadas a delincuentes sexuales hasta la fecha y casi un centenar de excarcelaciones.
El Congreso aprobó el pasado 7 de marzo la toma en consideración de la reforma con 231 votos a favor (PSOE, PP, Ciudadanos, PDeCAT, PNV, UPN, Coalición Canaria, PRC y Foro Asturias), 56 en contra (Unidas Podemos, ERC, EH Bildu, la CUP y BNG) y 58 abstenciones, entre ellas la de Vox, que se permitió ese gesto simbólico cuando constató que la iniciativa iba a prosperar. Dos aliados habituales del Ejecutivo, Compromís y Más País, también votaron en blanco, al igual que Junts.
La postura por la que optaron los socios de la investidura en este caso ―y en concreto los reproches de ERC y EH Bildu, que se alinearon con Unidas Podemos en su negativa a la reforma y en cuestionar el respaldo del PP a la modificación― hizo que en el PSOE no descartasen la posibilidad de que pudiesen registrar enmiendas a la totalidad. Pero ese escenario se diluyó cuando se constató que el principal interesado en hacerlo, Unidas Podemos, no lo haría y optaría por la negociación en la fase de enmiendas parciales. La Moncloa tomó nota también de que los socios del Gobierno reconocieron en algunos casos que la ley podría admitir mejoras y que la coalición no podía renunciar a lograr algún tipo de consenso.
La decisión de no enmendar a la totalidad el texto presentado por el PSOE por parte de los socios habituales del Ejecutivo contribuye a rebajar la tensión en el seno del Gobierno de coalición, a la espera de la siguiente fase en la tramitación de la ley del solo sí es sí. Unidas Podemos quiere pactar enmiendas parciales con el PSOE y otros socios del Gobierno. Los socialistas siempre se han mostrado receptivos a llegar a consensos durante la tramitación. Por eso mismo causó tanto desagrado, más allá del tono que se empleó, el voto negativo de Unidas Podemos a la toma en consideración. La falta de enmiendas a la totalidad supone un respiro para el Gobierno justo a las puertas de la segunda moción de censura de la legislatura.
Esa disposición de PSOE y UP a negociar ahora en la fase de enmiendas parciales podría ayudar a recomponer las relaciones en la coalición en este año electoral y, sobre todo, con sus aliados habituales en el Parlamento, como ERC, Más País, Compromís y EH Bildu, que les pidieron precisamente en la frustrada negociación anterior que llegaran entre ellos a un consenso antes de llevar el asunto al Congreso y trasladarles ese conflicto. Ninguna de esas formaciones ha presentado enmienda a la totalidad ahora, como tampoco UP. Aquellos contactos fracasaron ante las posiciones enquistadas entre el sector socialista del Ejecutivo, que entiende que hay que corregir los aspectos indeseados que provocó la aplicación de la nueva norma por algunos jueces y tribunales, y el Ministerio de Igualdad, que encabeza Irene Montero, que achaca esos problemas a una mala interpretación de la ley.
La propuesta registrada unilateralmente por el PSOE para reformar la ley del sólo sí es sí, que es la que ahora se debatirá por la vía de urgencia, lo que hace es elevar las penas de las agresiones sexuales cometidas con violencia o intimidación y con ese cambio se recupera en gran medida el marco penal anterior en el que para dar cabida en el delito de agresiones sexuales a las conductas más leves —antes tipificadas como abusos— se rebajaron algunos castigos. Los socialistas plantean ahí un subtipo agravado de agresión en el Código Penal que se aplique a aquellos casos cometidos con violencia, intimidación o sobre una víctima que tenga anulada por cualquier causa su voluntad, lo que penaliza, por ejemplo, las agresiones bajo sumisión química.
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España
‘Operación Tamames’, cómo blanquear los orígenes ultraderechistas de Vox


Cualquiera que sea el efecto de la moción de censura presentada por Vox, que se debatirá en el Congreso a partir de mañana martes, la formación liderada por Santiago Abascal ha conseguido ya un primer beneficio: blanquear su imagen como partido ultraderechista. Pese a su deriva ideológica, Ramón Tamames tiene un pedigrí inequívocamente democrático. Preso del franquismo por la revuelta estudiantil de 1956, dirigente del PCE en la clandestinidad, diputado en las primeras Cortes democráticas, padre de la Constitución, fundador de la Federación Progresista e Izquierda Unida y miembro del CDS de Adolfo Suárez, además de prestigioso catedrático y economista y autor de varias decenas de libros, alguno tan exitoso como Estructura Económica de España, que acumula 26 ediciones. Su única mancha fue usar en 1989 su acta de concejal de IU para arrebatar al socialista Juan Barranco la alcaldía de Madrid y entregársela al centro derecha (CDS y PP).
Con la autoridad moral que le confiere su trayectoria, el profesor Tamames ha recriminado que “desde el banco azul” del Gobierno “se niegue el carácter democrático a formaciones que representan a millones de ciudadanos”. “Como es el caso de mis proponentes, que no han dejado ni un momento de observar la ley y la Constitución”, ha subrayado. Según el borrador de su discurso de investidura, que adelantó el miércoles eldiario.es, Tamames se presentará en el Congreso como uno de los últimos supervivientes de la clase política que protagonizó la transición de la dictadura a la democracia y recriminará al presidente Pedro Sánchez que ponga en peligro el espíritu de reconciliación que la hizo posible cuestionando, entre otras medidas, la ley de Amnistía de 1977 que permitió saldar cuentas pasadas.
Aunque parte del discurso lo dedicará a criticar la Ley de Memoria Democrática, a la que acusa de presentar una visión “idealizada” de la Segunda República, lo que se pondrá en revisión no es la historia de la Guerra Civil y la dictadura, sino la de la Transición a la que, según Tamames, el PSOE y sus socios han traicionado. La paradoja radica en que el partido que patrocina al candidato no es el heredero del sector del franquismo que abrazó la democracia y pilotó la transición, sino del que se opuso a la misma e intentó torpedearla, incluso violentamente. Algunos de quienes han prestado su firma para proponer a Tamames como candidato ni siquiera son herederos, sino que militaron personalmente en las fuerzas políticas que intentaron hacer naufragar la frágil y recién recuperada democracia.
Por ejemplo, Juan José Aizcorbe Torra, diputado de Vox por Barcelona, portavoz en la Comisión de Trabajo y suplente de la Diputación Permanente del Congreso. En octubre de 1982, cuando el PSOE ganó por mayoría absoluta las elecciones generales, Aizcorbe se presentó como número cuatro en la candidatura barcelonesa de Fuerza Nueva, el partido del neofranquista de Blas Piñar que aspiraba a perpetuar la dictadura e instaurar en España un Estado confesional que prohibiera el divorcio y suprimiera las autonomías. Tras el fracaso de Fuerza Nueva, en 1988, se presentó al Parlamento catalán por las Juntas Españolas, surgidas de un llamamiento de Antonio Izquierdo, director del diario El Alcázar y promotor del golpe de Estado del 23-F. Su peregrinar por los grupúsculos de la extrema derecha le llevó un año después a figurar en la lista del Frente Nacional para el Parlamento Europeo. No se trataba de una fiebre juvenil, entonces ya había cumplido 30 años. Pero tendría que esperar otros 30 para conseguir, al cuarto intento, su acta de parlamentario; esta vez como número dos en la lista de Vox por Barcelona en las elecciones de noviembre de 2019.
El siguiente en esa misma candidatura era Juan Carlos Segura Just. En junio de 1980, con 20 años, fue detenido por participar en un ataque con cócteles molotov contra la sede en Barcelona de la Unión de Centro Democrático (UCD), el partido de Adolfo Suárez que hizo posible el pacto constitucional. Segura Just, miembro del Frente Nacional de la Juventud, una escisión neofascista de la rama juvenil de Fuerza Nueva, fue condenado a un año de cárcel. En mayo de 1982 resultó detenido de nuevo por la quema de la figura del rey Juan Carlos en el Museo de Cera de Barcelona, pero no fue encausado.
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Segura Just consiguió su escaño en el Congreso, donde mañana martes se sentará para escuchar a Tamames, en mayo de 2021, después de que el actual secretario general del partido, Ignacio Garriga, dimitiera para presentarse candidato al Parlamento catalán. Estrecho colaborador de Garriga es el poderoso vicesecretario de Organización de Vox en Barcelona, Jordi de la Fuente, exdirigente del Movimiento Social Republicano (MSR), de ideología neonazi, por el que se presentó candidato en las elecciones al Parlamento Europeo en 2010. De la Fuente fue detenido en 2009 por unas pintadas antisemitas junto a una sinagoga en Barcelona y, una década después, acusado del ataque xenófobo a un centro de menores en El Masnou (Barcelona), que dejó cuatro heridos. Admirador y prologuista de Alexander Duguin, el ideólogo de cabecera de Putin, ha colaborado con medios del Kremlin, como RT, donde ha defendido la política rusa en Ucrania. Antes de desembarcar en Vox, fue dirigente de la racista Plataforma per Catalunya (PxC), como el presidente de Vox en Barcelona, Joan Garriga, primo del secretario general del partido.
La lista de dirigentes de Vox que militaron en grupúsculos violentos de extrema derecha incluye a Jorge Cutillas, diputado de la Asamblea de Madrid y exsecretario general de Patria y Libertad, detenido en 1982 por apedrear un autobús con escolares vascos en Madrid; o Kiko Méndez Monasterio, que fue dirigente de la Alianza por la Unidad Nacional (AUN) —el grupo de Ricardo Sáenz de Ynestrillas, hijo del comandante golpista asesinado por ETA— y condenado por agredir en 1998 en la universidad a un grupo de estudiantes entre los que figuraba el que sería más tarde líder de Podemos, Pablo Iglesias.
La candidatura de Tamames también está firmada por Ricardo Chamorro, portavoz de Vox en la Comisión de Agricultura del Congreso, que en 1999 fue candidato al Parlamento Europeo por Democracia Nacional, junto a exdirigentes del partido nacionalsocialista CEDADE; y, al año siguiente, concurrió en la lista al Congreso por Palencia de España 2000, una plataforma de grupos de extrema derecha.
Pero el más destacado de los antiguos camisas azules que se sentarán junto a Tamames en los escaños del grupo parlamentario ultra es el exsecretario general y ahora vicepresidente de Vox Javier Ortega Smith, que fue militante de Falange, la versión española del partido fascista italiano, hasta los 23 años. En su libro Vox. El retorno de los ultras que nunca se fueron (Ediciones Akal, 2023), Xavier Rius Sant ha repescado los artículos que Ortega escribió en Así, el boletín de Falange Española de las JONS en el distrito madrileño de Ciudad Lineal, entre 1986 y 1988. En uno de ellos, recrimina la tibieza de los nostálgicos que homenajeaban a Franco cada 20 de noviembre, pero habían renunciado a hacer la revolución nacional-sindicalista e instaurar de nuevo en España un régimen de partido y sindicato únicos.

Todo el mundo puede evolucionar ideológicamente y renegar de su pasado. El propio Tamames ha argumentado que, en realidad, nunca fue comunista y que si se afilió al PCE fue porque era la única organización desde la que se podía luchar contra la dictadura. Nunca compartió, ha insistido, ni la dictadura del proletariado ni el denominado socialismo científico.
Ningún dirigente de Vox ha hecho una autocrítica semejante. En noviembre de 2018, ya con 50 años y como secretario general de un partido que estaba a punto de entrar en las instituciones democráticas, Ortega pronunció un discurso laudatorio de José Antonio Primo de Rivera, difundido por La Marea, en el que aseguró que el fundador de la Falange combatió en los años treinta del siglo pasado a los mismos “enemigos de la patria” a los que Vox se enfrenta ahora, “aunque vayan cambiando de nombre y de formas”. A su lado se sentaban los máximos responsables de la Fundación Francisco Franco.
Cuando preguntaron al vicepresidente primero de Vox, el eurodiputado Jorge Buxadé, si se arrepentía de su pasado falangista, respondió. “De lo que me arrepiento es de haber militado en el PP”. La publicación de la noticia de que Buxadé había sido candidato por Falange Española de las JONS en 1995 y por Falange Auténtica en 1996, como podía comprobarse en listas electorales publicadas en el BOE, hizo que Vox prohibiera a EL PAÍS acceder a sus ruedas de prensa.
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