España
Ayuso marca el camino a Feijóo para normalizar a Vox como socio


El día ha llegado. El PP cruza el Rubicón al compartir el primer Gobierno autonómico con la extrema derecha. En Lunes Santo, si nada se tuerce, las Cortes de Castilla y León investirán a Alfonso Fernández Mañueco como presidente del Gobierno regional tras su pacto con Vox, que dará a los ultras una vicepresidencia y tres consejerías (Industria y Empleo, Agricultura, y Cultura y Turismo). El debate se celebra casi dos meses después de las elecciones porque el partido de Santiago Abascal retrasó la investidura para que el nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, tuviera que retratarse una vez elegido y bendecir al Gobierno conjunto. Pero el jefe de los conservadores seguirá jugando al despiste, al menos unos días más. Feijóo no asistirá hoy y deja en el aire su presencia en la toma de posesión de Mañueco, prevista para el martes 19. La ambigüedad del líder popular con los ultras contrasta con la firmeza con la que una de las principales dirigentes del PP abraza a la extrema derecha como socio. Isabel Díaz Ayuso confirma que asistirá a la toma de posesión de Mañueco y dice que no tiene problemas en pactar o en retratarse con Vox. Mientras Feijóo duda, ella marca el camino.
La relación con la extrema derecha es el principal desafío para el líder de los conservadores, que pretende recibir votos moderados e incluso socialistas, con los que ha conseguido sus cuatro mayorías absolutas en Galicia, donde Vox no tiene representación. Pero en la política nacional el partido de Abascal es una realidad pertinaz y molesta para el PP, de la que no es posible escabullirse. De momento, la estrategia del barón gallego es ponerse de perfil y hacer equilibrios. Sin embargo, la determinación de Ayuso deja en evidencia la incomodidad del líder popular con los socios ultras.
Feijóo ha dejado hacer en Castilla y León y no ha tratado de impedir el primer Gobierno de coalición con Vox, aunque sí ha buscado desvincularse de esa imagen que sabe que compromete su estrategia de moderación y de partido de amplias mayorías.
El nuevo líder popular solo pidió a Mañueco que cerrara rápido el pacto, antes del congreso del PP, según fuentes conocedoras de esas conversaciones, para no inaugurar su mandato con un acuerdo que ata al PP a la extrema derecha. Abascal, sin embargo, dio orden a los suyos de retrasar el acuerdo para que Feijóo no pudiera desligarse, y hoy se espera que el líder de Vox acuda a Valladolid para sacar pecho de su triunfo. Ha logrado que el PP le dé el marchamo no solo de socio, sino de partido de Gobierno.
Feijóo no asistirá a la investidura de Mañueco, según confirman fuentes de su equipo, con el argumento de que se trata de una sesión parlamentaria a la que tradicionalmente no acuden los líderes. El presidente del PP reunirá a la misma hora del debate en Valladolid a su comité de dirección en Madrid. La única representación de la dirección nacional del PP este lunes en Valladolid será la de Javier Maroto, portavoz en el Senado y senador por Segovia.
En el equipo del líder ejemplifican que a Feijóo le han investido cuatro veces como presidente de Galicia y en ninguna de ellas le arropó el presidente del partido. Al acto que se suele ir es al de la toma de posesión, aunque el líder del PP también deja en el aire si se presentará en el de Mañueco. “Si puede ir, irá. Si no tiene otras obligaciones institucionales”, afirman en su entorno, donde aseguran que aún no ha recibido una invitación formal del Gobierno de Castilla y León.
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Quien sí dice haberla recibido, en cambio, es Ayuso, que ha cambiado su agenda para arropar a Mañueco. La presidenta madrileña tenía una cita el martes 19 con el presidente de Aragón, el socialista Javier Lambán, y le ha pedido posponerla para poder desplazarse a Valladolid, según fuentes de su entorno. A diferencia del líder popular, Ayuso tiene una posición desacomplejada sobre la relación con Vox. En El Correo, la presidenta madrileña desliza incluso que estaba dispuesta a asistir a la investidura de Mañueco, aunque fuentes de su equipo aseguran que fue una equivocación y se refería a la toma de posesión. “Vox no es el protagonista de todo. Como somos vecinos y tengo además un profundo cariño a todo el equipo de Mañueco, si puedo, y en principio es así, estaré un rato en la investidura”, dijo en la entrevista con el periódico vasco.
Ayuso defiende sin medias tintas los acuerdos con Vox, como socio preferente. En Madrid, la presidenta dijo que hay un “Gobierno de coalición con Vox”, aunque la extrema derecha le apoya desde fuera del Ejecutivo. Después confirmó que no se había tratado de un lapsus, sino de “una declaración de intenciones”, porque quiere coaligarse con los partidos que busquen “prosperidad y bajos impuestos”. En cambio, Feijóo asegura que su intención es lograr una mayoría amplia como en Galicia para no depender de la extrema derecha.
Pero el barón gallego no ha descartado los acuerdos con Vox, ni tampoco reniega del Gobierno de Mañueco. El domingo, en ABC, pidió “darle una oportunidad a la estabilidad en Castilla y León” y sostuvo que “no tiene ningún inconveniente en hablar con el presidente de Vox”. Feijóo intenta contentar a todos en la derecha: a los más moderados y a los más duros, que desconfían de sus reticencias con Abascal y su mano tendida a Pedro Sánchez. Ayuso no tardó en decir que ella no pensaba pactar con “el desastre”, mientras el líder del PP se reunía en La Moncloa con el presidente y retomaba las conversaciones para renovar el poder judicial.
En el entorno de Feijóo preocupa que Mañueco no sea capaz de frenar las propuestas más ultras de Vox. Asumido ya que el PP tendrá que pactar con la extrema derecha para gobernar, la inquietud en el equipo del líder es que la ciudadanía perciba que es Vox quien marca el paso al PP. En el partido nadie duda de que el Gobierno de Castilla y León es un antes y un después, y el resto de dirigentes autonómicos cuentan con sumar con la extrema derecha. Con el precedente de Mañueco, sería muy difícil que el líder pretendiera impedirles seguir el mismo camino. La derecha y la extrema derecha abren una nueva etapa de entendimiento, con la incógnita de si la alianza con Vox supondrá un via crucis para el PP.
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España
Díaz celebra el acuerdo de Sumar y elude el conflicto con Podemos: “España quería que nos diéramos la mano”

Al día siguiente de cerrar en los despachos un acuerdo in extremis —y nada cordial— con Podemos para concurrir juntos a las elecciones generales del 23 de julio, la líder de Sumar, Yolanda Díaz, ha comparecido este sábado en Madrid para reivindicar en un acto público la nueva confluencia, una agrupación de 16 partidos que se autoubican en el espacio político a la izquierda del PSOE. Díaz ha anunciado que para ella la campaña empieza hoy, que su bandera será la “ilusión” y no “el miedo” a la extrema derecha, y que tiene un objetivo ambicioso: no servir de muleta a los socialistas para intentar reeditar el Gobierno progresista, sino “ganar las elecciones”. “España quería que nos diéramos la mano. Se nos exigía un acuerdo y traemos un acuerdo”, ha celebrado la vicepresidenta segunda del Gobierno, que en ningún momento ha aludido al conflicto con Podemos por la exclusión de las listas de la número dos de esa formación, Irene Montero. La plataforma seguirá negociando para “sumar más” en los próximos días, pero ya no con los partidos sino con la ciudadanía: “Con la gente de los barrios, de las zonas rurales, la gente que tiene problemas”.
La líder de la coalición de izquierdas y ministra de Trabajo ha trazado las que serán las líneas de la acción política de Sumar en esta precampaña: “Diálogo y acuerdo”. “Hoy sumamos más que ayer, pero no hemos terminado”, ha apuntado. “Hay mucha gente que está sufriendo la pérdida del poder adquisitivo y que lo está pasando mal y tenemos que avanzar con ellos”, ha insistido, antes de subrayar que en esa gente “que tiene miedo y no se fía” está la “clave del momento político” actual. Y ha enfatizado: “[Esa gente] tiene razones que debemos escuchar”. “Sumar no ha venido a agitar el miedo, a contar cuentos de terror, a agitar fantasmas”, ha prometido también, descartando una campaña basada en movilizar a la izquierda con el único argumento de frenar una posible alianza de Gobierno entre el PP y Vox.
“Vamos a decirle a una gran mayoría que la vida puede ser más fácil. Vamos a la cosa pública para hacer felices a las personas, para que no sufran”, ha proseguido Díaz. En un discurso con pocas menciones a medidas concretas, sí ha enumerado la educación y sanidad públicas, la dependencia y la Administración de justicia como ámbitos objeto de su programa político.
Las otras coaliciones políticas para el 23-J
Sumar fue la última en inscribirse, este viernes, de las 12 coaliciones políticas que concurrirán a las elecciones del próximo 23 de julio. En el resto se encuentra la CUP, que presentará candidaturas por Cataluña y Baleares; Izquierdas por la Independencia, el proyecto conjunto de ERC y EH Bildu solo para el Senado; y las exclusivamente catalanas PDeCAT-Espai CiU y Junts. Teruel Existe concurre dentro de la coalición Existe, que integra a Aragón Existe y España Vaciada. Las demás formaciones que se han registrado para presentarse juntas en las generales son extraparlamentarias.
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España
La absorción de Podemos

Podemos ha sido de facto absorbido. Su impulso, por fin recauchutado bajo la paciente reorientación pragmática, menos confrontacional y nada bronca de Sumar. Dentro de esta versión civilizada de izquierda de la izquierda, podrán sus gentes adaptarse y sobrevivir: sobre todo si aceptan su papel secundario, si dejan de plantear excentricidades, batallas culturales perdedoras, señalamientos estrambóticos, exóticos insultos al universo mundo y chantajes de última hora. Sobrevivir: empeño más agradable que el inapelable suicidio de Ciudadanos, el partido casi coetáneo que desafió a los grandes desde la otra orilla.
Esta absorción por dilución llega por su mala cabeza. Podemos solo ha cosechado fiascos en la negociación recién concluida. Quiso discutir de uno a uno con la cabecera de Sumar, y al cabo tuvo que adherirse al pacto ya trabado entre todas las confluencias, y abrirse en él un hueco. Pretendió basar las cuotas de poder en resultados de elecciones antiguas y tuvo que rendirse a la evidencia de que el peso del último 28-M era insoslayable. En el último y agónico tramo exigió ir en solitario en tierra valenciana, y cosechó un sonoro ninguneo. Amagó con un engañoso referéndum de pregunta capciosa para seguir enredando tras el pacto, y se encontró frente a un ancho muro de contención. Pugnó por salvar a la soldado Irene Montero como candidata y no hubo nada. Dijo que exigía más y mejores plazas en las listas, y obtuvo los ocho puestos que ya tenía generosamente garantizados. Mayor fracaso, imposible.
Y es que su mala cabeza de fondo le llevó a habitar una ensimismada vida paralela. Fuera del mundo de los demás, autorreferencial, crédula en sus propias invenciones. Y negacionista de la realidad más aguda, su reciente desplome, en vertical. Así, encaró la negociación con la prepotencia prestada por su conducátor fundacional, erigido en escudo patriarcal de las dos ministras, tras estrellarse con las urnas de mayo por haberse fiado de su andar solitario. Así cosechó la mitad de sus anteriores votos en Aragón, la mitad en Baleares, y de nada le sirvieron los obtenidos en Valencia, más que para derrumbar la notable gobernanza de Ximo Puig con los de Compromís. Quedó autoexcluido de la Comunidad de Madrid por no llegar al suelo mínimo, dilapidando sus 161.031 votos, que quedaron huérfanos de escaños. Contribuyó decisivamente a una fragmentación del espacio de la izquierda radical en Alcalá, en Ponferrada, o en Huesca, donde el 17,88% de los votos acabó hurtado de representación. Y erosionó la imagen, las papeletas y el poder del universo progresista, añadiendo obstáculos a carrera por otro gobierno de coalición progresista bajo presidencia socialista. Otro: sin esos lastres.
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El cogollo del populismo autoritario ha quedado residualizado no por sus colegas y rivales. Sino por sus fracasos. Sucedió con Pablo Iglesias en 2021, cuando este dignamente dimitió tras perder su apuesta en la Comunidad de Madrid. Y ahora con su dúo, Irene Montero, autoderruida por su empecinamiento en sostenella y no enmendalla frente a todo y erga omnes. Y también con Ione Belarra y sus agrestes embestidas a los empresarios. Y con Pablo Echenique, el más táctico y menos ejemplar. Era arduo que su descuelgue se ejecutase sin costes. Por eso su agónico y tramposo perder no solo contrasta con la historia de ilusión de aquellos acampados del 15-M. También tizna en oscuro a la actual amplia alianza plural, bien encabezada, complemento y acicate de la izquierda mayoritaria. Pero cada día tiene su afán. El de ahora, supeditar ese duro revés en el cómo al logro obtenido en el qué. Con aplomo. Peor lo tenía Josep Tarradellas el 7 de abril de 1978 cuando salió del despacho de Adolfo Suárez sin nada en la alforja y proclamó que lo había logrado todo. Vio, vino, venció.
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España
Concordia

Una vez que la izquierda no integrada en el PSOE ha conseguido la unidad electoral, conviene apostar por la concordia. Es el reto siguiente: participar con responsabilidad en un proceso decisivo para el futuro de España y de Europa. Un proceso electoral implica la construcción de un estado de ánimo en el que no solo se nos invita a elegir una papeleta, sino también a la ilusión de acudir a las urnas para formar parte, sentirse parte, participar… Por eso se pone en juego, al lado de las simpatías políticas, la compenetración humana. Así que las justificadas críticas a las manipulaciones de algunos poderes mediáticos deben acompañarse de un ejercicio de conciencia para evitar que los comportamientos propios faciliten el circo de las caricaturas.
La figura de Irene Montero se ha visto envuelta por esa dinámica de manipulaciones en los debates de la ley del sí es sí. El circo mediático consiguió que la apuesta por una necesaria política feminista desembocara en el disparate de que la ministra es responsable del aumento de violaciones en España. Además, parece que el endurecimiento de penas sea la mejor respuesta social a un delito. El pensamiento reaccionario, poco inclinado a la educación sexual y al feminismo, se frota las manos. Lo que podía haberse resuelto con una meditación pública sobre las ventajas de la ley y los posibles errores a solucionar acabó en una dinámica de descrédito generalizado. Darle facilidades al enemigo, y utilizo a conciencia la palabra enemigo, no adversario, supone la irresponsabilidad política de perder de vista los contextos. Y el sentido de los debates depende siempre en un contexto.
Me da pena en este sentido que Podemos acompañe la magnífica noticia de la unidad con un comunicado de discordia. Y si analizamos el contexto, lo que se formula como defensa de Irene Montero acaba suponiendo una nueva facilidad para degradar su figura en el debate mediático. Enseguida resonarán mil acusaciones previsibles. Un camino envenenado porque puede empujar al sacrificio de lo que más se quiere para hacer daño al otro. Quien respete y quiera a Irene Montero no debería utilizarla para dañar a Yolanda Díaz.
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La izquierda necesita consolidar la autoridad política de la democracia para hacer frente a la impunidad avarienta de las élites y para seguir defendiendo las palabras libertad e igualdad contra las manipulaciones mediáticas del neoliberalismo. Sería un error introducir ahora en Sumar la costumbre de las peleas internas de Podemos en el Gobierno de coalición. Avanzar supone también defender lo conseguido. El mejor Gobierno de la democracia española se ha visto mediáticamente dañado por una innecesaria apariencia de inestabilidad. Será mejor que apostemos ahora no solo por el acuerdo, sino también por la concordia.
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