España
Spotlight Sports Group, propietario de Racing Post, preparado para entrar en el mercado deportivo español

Spotlight Sports Group, empresa británica con múltiples conexiones con el mundo del deporte y las apuestas, prepara su desembarco en el territorio español en colaboración con el Grupo Prisa, una de las compañías de comunicación más destacadas del panorama nacional. Con la firma del acuerdo, las casas de apuestas como Betway España y otras similares verían reforzada su posición y los aficionados a las apuestas deportivas tendrían una nueva fuente de información a la hora de analizar sus posibles movimientos.
Racing Post, una referencia para los amantes de las carreras de caballos y galgos
Spotlight Sports tiene una larga reputación en las islas británicas –Gran Bretaña e Irlanda– gracias a sus publicaciones deportivas. De entre todas, destaca Racing Post, que contiene información extensa y valiosa acerca de las carreras de caballos y de galgos, unos eventos deportivos con una larga tradición en el Reino Unido. De hecho, es una estampa muy habitual ver a los asistentes de este tipo de espectáculos leer la publicación durante las carreras, hasta el punto de que son dos elementos que van de la mano en un país en el que las apuestas deportivas tienen una gran presencia.
El acuerdo entre Spotlight y Prisa supondrá la creación de un espacio web que ofrecerá datos sobre apuestas deportivas, una información que también estará disponible en el periódico digital As.com, otra de las puntas de lanza de la prensa deportiva española, que en su día ya firmó otros acuerdos con otras entidades como la NBA de baloncesto.
Prisa sigue trabajando para ofrecer a sus seguidores la información más completa y detallada sobre todos los deportes posibles, lo que incluye hacer grandes esfuerzos para adaptar la empresa a los nuevos tiempos en los que el digital y los nuevos formatos están cambiando por completo el mapa de los medios de comunicación españoles y del resto del mundo.
El acuerdo pretende seguir recuperando el terreno perdido por los medios durante la pasada cuarentena, que hizo que los ingresos sufrieran una importante caída –cercana al 20% en el caso del holding Fence Topco Ltd., propietario de Spotlight– durante el ejercicio 2020, una fuerte descenso que fue amortiguado gracias al desempeño de los medios digitales.
En palabras de Alan Byrne, director ejecutivo de Spotlight Sports: “esta asociación hará que el negocio sea más digital, más internacional y más exitoso en otros deportes, además de las carreras de caballos”.
Análisis y contraste de información
Cualquier persona que tenga unas mínimas nociones sobre el mundo de las apuestas deportivas sabe que, para conseguir buenos resultados, manejar información relevante es fundamental, ya que un buen apostante debe evitar dejarse llevar por las emociones y tiene que analizar datos fiables que le ayuden a tomar la decisión más acertada.
En este sentido, la entrada del grupo Spotlight Sports en el mercado deportivo español será un elemento de ayuda más para los apostantes nacionales, que en la actualidad cuentan con portales como Legalbet.es en los que tipsters profesionales recomiendan ciertos movimientos que a la larga pueden resultar ganadores.
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Un carácter de acero bajo la eterna sonrisa

Manolo Veiga se casó el 20 de marzo de 1971. No tuvo luna de miel, ni luz eléctrica ni agua corriente en su noche de bodas. Él y su esposa fueron los primeros inquilinos de las 384 viviendas baratas en régimen de cooperativa que se levantaron en el barrio de San Valentín para los trabajadores de Astano, un astillero de la ría de Ferrol que por aquella época construía petroleros de hasta 300.000 toneladas y daba trabajo a más de 5.000 personas. “Las viviendas se fueron ocupando rápidamente”, recuerda Veiga, “también los bajos comerciales. Aquí teníamos de todo, supermercados, sucursales bancarias, farmacias, un estanco… Apenas unas semanas después de que el barrio se empezara a llenar nació la primera niña, Yolanda Díaz”.
Fue el 6 de mayo de 1971. Manolo Veiga y el padre de la recién nacida, Suso Díaz, no solo eran vecinos. También compartían militancia clandestina en el Partido Comunista de España (PCE) y en Comisiones Obreras (CC OO); gente dura, forjada con el acero de los barcos, capaces —cuando llegaron los momentos difíciles de la reconversión del Gobierno de Felipe González— de quedarse meses enteros sin cobrar con tal de alcanzar un convenio justo. “Las pasamos canutas, incluso un hijo mío que iba a estudiar”, confía Veiga mientras se emociona y golpea la mesa con los nudillos, “me dijo que se pondría a trabajar para ayudar en casa, y le respondí: tú estudias, aunque yo tenga que robar”. Veiga recuerda con afecto a la mujer de Suso, Carmela Meizoso.
—Yolanda ha heredado de su padre la dureza y de su madre lo meloso.
La frase es de Suso Basterrechea, un artista de Ferrol que parece el dueño del café El Marqués, porque todo el que entra o sale lo saluda. Basterrechea, que en la actualidad es concejal de Ferrol en Común, fue testigo de los primeros pasos de Yolanda Díaz en la política, cuando, en 2007, el PSOE y Esquerda Unida firmaron un pacto para gobernar la ciudad. El socialista Vicente Irisarri se hizo con la alcaldía y la comunista Yolanda Díaz fue la primera teniente de alcalde. Él, ingeniero naval, tenía entonces 56 años. Ella, abogada laboralista, 36. En la legislatura anterior había gobernado el PP y ahora tenían la oportunidad de consolidar juntos una alternativa duradera de izquierdas en una ciudad en la que, según la convención popular, o eres militar o trabajador de astilleros. Los buenos propósitos duraron exactamente 17 meses. El alcalde Irisarri se sintió enseguida traicionado por la concejala Díaz —que se ausentó del recibimiento oficial a la reina Sofía, que quería cobrarle el IBI a Defensa por las propiedades de Navantia, que si esto o que si aquello—, rompió el pacto y siguió gobernando solo.
“Se podría decir”, explica Suso Basterrechea, “que lo que está sucediendo ahora en la política nacional ya lo vivió Yolanda a pequeña escala aquí en Ferrol con Vicente Irisarri y luego a nivel autonómico con Xosé Manuel Beiras. Hubo gente que creyó que la podía manejar. Creo que el problema fue más de ellos, que confundieron lealtad con sumisión, amabilidad con debilidad, y ella es todo menos una mujer débil. Supo ser la segunda hasta que de forma natural eso cambió porque trabajó más que nadie —y eso te lo dirá cualquiera que la conozca, amigo o enemigo— y reclamó su lugar. Lo que estáis viendo ahora en la política nacional no es artificial, no es una pose. Yolanda no necesita demostrar que es muy de izquierdas. Ya nació con eso. Pertenece a una tradición de izquierdas, de una época en la que la gente de su estirpe lo pasaba muy mal y desde los partidos, desde los sindicatos, tenías que mimarla, que cuidarla. ¿Has hablado con Sari Alabau? Habla con ella. Te lo va a contar mejor que nadie”.
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Es el consejo de Suso. Pero también el de la periodista Lorena Bustabad en la barra del bodegón Bacoriño y el de Ángel Mato, el actual alcalde socialista de Ferrol, en el salón de plenos, mientras explica de forma gráfica y con un punto de emoción que esta ciudad —que durante un tiempo tuvo el apellido “del Caudillo” en honor al dictador, que nació allí— también sigue manteniendo con orgullo un vínculo muy vivo de compromiso con quienes se mantuvieron leales a la democracia. “Mira”, dice señalando los retratos de los antiguos regidores, “Jaime Quintanilla Martínez, médico de profesión, fue el último alcalde de la República. Fue detenido y fusilado. Su hijo —que nació después de que su padre fuera asesinado—, se llamó Jaime Quintanilla Ulla, también fue médico y se convirtió en el primer alcalde de la democracia. Yo también tengo experiencias de ese tipo en mi familia. Esa es la realidad de esta ciudad, tal vez la razón de por qué te metiste en política, la convicción de que hay que entregar algo de vuelta”. El alcalde coge una llave, baja las escaleras y abre una puerta pequeña, discreta, situada justo detrás de la entrada principal del edificio consistorial:
—Por ahí llegarás antes a tu cita con Sari Alabau. Es allí donde se ve aquel árbol grande, al final de la calle.
Alabau nació en Valencia, estudió en un colegió de monjas, en 1966 se matriculó en la facultad de Ciencias, en el 67 se afilió al PCE y en el 69 ya fue detenida durante las protestas por el asesinato de Enrique Ruano, un estudiante de Derecho que había sido detenido en Madrid por la Brigada Político-Social. Poco después, ya en Ferrol, contactó con las células del partido, pero la clandestinidad le duró poco. “Se puede decir”, explica con una sonrisa que no la abandona en toda la conversación, “que a los comunistas de aquí nos presentó en sociedad la policía, porque algunos nos conocíamos y otros no, pero cuando nos detuvieron a todos en 1972 —tras la represión brutal de las protestas por el despido de trabajadores de Bazán— ya no hacía falta disimular. A Yolanda la conozco desde que tenía cinco o seis años. Es muy capaz y muy trabajadora. Y también tiene mucho carácter, no te recomiendo que te enfrentes con ella. Recuerdo una vez, cuando estaba de delegada municipal de Cultura, que entró un contratista y le dijo algo así como: ‘Concédame a mí las obras y yo me encargaré de que no se arrepienta…’. Se oían los gritos de Yolanda desde fuera. Es una gente muy íntegra, como su padre, que podía llegar a tener un carácter fuerte, pero con principios y voluntad de acuerdo…”.
La vieja luchadora antifranquista llama la atención sobre ese cóctel —los principios y la voluntad de acuerdo— que a veces a la izquierda le cuesta tanto combinar. Dice Sari Alabau que a ella le molestan quienes hablan con desprecio del régimen del 78. “Mira, yo estuve en el comité central del PCE en Roma en 1976, y un año después, ya en Madrid, en el que votamos la aceptación de la bandera nacional. Lo hicimos con lágrimas en los ojos, pero había que hacerlo. Venimos de una cultura de la aproximación, de la complicidad, del pacto, y no del ordeno y mando. Lo que ha pasado con la ley del solo sí es sí a Yolanda no le hubiera sucedido, primero porque es muy trabajadora y luego porque, en vez del choque, busca el acuerdo”.
El ascenso en la política de Yolanda Díaz está jalonado por tres grandes desencuentros, los tres con hombres que le ofrecieron compartir un proyecto y que luego, por unas razones u otras, terminaron arrepintiéndose. El primer conflicto fue el ya citado con Vicente Irisarri, el alcalde socialista de Ferrol. El segundo, con Xosé Manuel Beiras, el carismático líder del Bloque Nacionalista Gallego, quien compartió con Díaz un proyecto electoral de izquierdas y luego se sintió traicionado. La política gallega tiene más matices que tonos de verde sus bosques, pero en aquel desencuentro —según un líder político de izquierdas que lo presenció en primera fila— influyó de forma decisiva el carácter del líder gallego.
—Beiras tiene un perfil político y humano que a veces es difícil de gestionar. En aquel momento, además, no quiso o no pudo ocupar el espacio político, de tal forma que Yolanda se erigió como la verdadera oposición a Alberto Núñez Feijóo en el Parlamento de Galicia. Aquello provocó sus diferencias, y a eso hay que añadir que Beiras es como Saturno: ha devorado a cuanto hijo ha tenido en política, pero se le atragantó Yolanda, que es mala de comer y de matar.
El tercer desencuentro fue con Pablo Iglesias, el fundador de Podemos, quien en 2021 la nombró a dedo su sucesora y en 2022 ya hizo públicas sus dudas, iniciando un distanciamiento que todavía dura y que por las circunstancias personales —llegaron a ser muy amigos, hasta el punto de que la hija de Díaz lo llamaba “tío Pablo”— es el más difícil de desenredar. Los dos primeros enfrentamientos ya se conjugan en pasado, pero del resultado del tercero depende en buena parte el futuro inmediato de la izquierda española. Ni Vicente Irisarri ni Xosé Manuel Beiras han querido dar su opinión sobre ella para el reportaje. La hemeroteca guarda el rastro de sus enfados respectivos con ella, pero ahora prefieren elegantemente dejar quieto el pasado y solo añadir, por persona interpuesta, que “Yolanda en el Gobierno lo está haciendo bien”. También Pablo Iglesias ha preferido guardar silencio.

Si hay un testigo privilegiado de los últimos años de Yolanda Díaz en Galicia, de su amistad primera con Pablo Iglesias, de su desembarco en la política nacional y también de las fuertes turbulencias que están rodeando el aterrizaje de Sumar —sobre todo en lo que respecta a su encaje con Podemos— es Antón Gómez-Reino. El diputado gallego confirma algo de la personalidad de Yolanda Díaz que no recogen las cámaras, pero que sí —de una forma o de otra, con más o menos cariño según quién hable— destacan todos los que conocen bien a la líder de Sumar: su carácter de acero bajo la eterna sonrisa.
—Son cosas que no son antagónicas en su forma de ser. Ella es muy cariñosa, muy leal con sus amigos y con la gente que tiene alrededor, pero también es muy exigente consigo misma y con los demás. Y en lo que tiene que ver con la negociación… hace llorar al más duro de los negociadores. Esto lo he visto yo con mis propios ojos. Es muy firme, aunque también es cierto que sabe medir muy bien —por la propia cultura política que tiene y por su olfato— cuál es el punto en el que hay que parar y hacer una síntesis en una negociación.
Gómez-Reino recuerda que, en 2016, nada más llegar al grupo parlamentario se hizo evidente que destacaba entre los demás: “Tiene un talento natural para el liderazgo, pero sobre todo porque es extremadamente trabajadora y estudiosa. Vive la política con mucha pasión y con mucho rigor. Creo que en varias generaciones surgen pocas personas así. Tiene un enorme olfato para saber dónde está la sociedad, dónde las necesidades de la gente común”. Unai Sordo, el secretario general de Comisiones Obreras (CC OO), ya había coincido con ella alguna vez en Bilbao, pero en los últimos años ha tenido motivos de sobra para tratarla y observarla de cerca: “Es una mujer bastante pragmática, pero sin perder nunca la orientación de lo que quiere hacer. Es muy hábil para conciliar las dos cosas. No es pragmática hasta el punto de devaluar lo que hace, sino que es ambiciosa y yo creo que ha leído muy bien el momento político, y el papel de los sindicatos le ha venido muy bien en el mejor de los sentidos. Ha podido hacer bandera política de planteamientos que son históricamente sindicales, que han dado grandes resultados y que ha sabido utilizar políticamente, como la reforma laboral o el SMI. Ha entendido el momento que se vivía y lo ha sabido aprovechar. Ha salido fortalecida. Y su gran aportación ha sido dotar de una escenografía, de una empatía a la política que se agradece. Y sí, es verdad que trabaja y que se conoce los asuntos que trata. No toca de oído”.
Al otro lado de la ría, en Mugardos (A Coruña), Pilar Díaz cocina un arroz con berberechos con la misma paciencia que dedica a la política. Ha sido alcaldesa de su pueblo por Esquerda Unida y quiere volver a serlo, pero hasta entonces se encarga de la cocina de su restaurante, O Escabeche. No tiene vínculos familiares con la vicepresidenta, pero sí políticos y de amistad, incluso llegó a pasar alguna temporada en el piso que Yolanda compartía en Santiago con su madre. De su boca no sale una mala palabra sobre su vieja amiga, pero observa con cierta perplejidad el teatro de la política nacional, las declaraciones que solo llevan aire dentro, los proyectos sin una organización que los soporten:
—Un partido político no es una ONG. A veces, para sacar adelante tus ideas tienes que dejar a gente en el camino, y eso no tiene nada que ver con las relaciones personales. Me preocupa el liderazgo comunicativo, porque no crea organización, sino que la destruye. La experiencia me dice que un proyecto de izquierdas sin una organización detrás no existe. Y en la izquierda hemos cambiado demasiado de nombre en los últimos tiempos. Eso despista a los nuestros. Los hace desconfiar.
En el barrio de San Valentín, Manolo Veiga, el viejo trabajador de Astano, se para antes de llegar a la entrevista y echa mano de su teléfono móvil. Durante unos minutos, pasea arriba y abajo mientras habla. Luego cuelga y saluda con un apretón de manos:
—He llamado a Suso, el padre de Yolanda. Antes de quedar contigo quería asegurarme de que a él no le importaba que hablara de su hija con la prensa.
Las cartas bocarriba. Los viejos códigos. El sindicato. El partido. Los meses sin cobrar y que no se note el hambre. El “tú estudias, aunque yo tenga que robar”. La épica de la familia. La última esperanza, que la hija de Suso y Carmela, la primera niña que nació en el barrio, no les defraude.
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El primer año de Feijóo: un PP unido y pendiente de Vox

El ambiente estaba cargado, como con el aire electrificado. Los dos enemigos, Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, permanecían sentados a solo unos asientos de distancia en el último capítulo de la tragedia en el PP, la ceremonia en la que, defenestrado Casado, se entronizaba al nuevo líder, Alberto Núñez Feijóo. En aquel tenso congreso extraordinario de Sevilla de un 2 de abril, del que este domingo hace justo un año, el político gallego tomó las riendas de un partido roto con el desafío de recomponerlo y resituarlo como la principal alternativa al PSOE. En Sevilla, en su primer discurso, Feijóo proclamó las intenciones con las que llegaba a la política nacional. “Yo no vengo a insultar al presidente, vengo a ganarle”, subrayó delante de Casado, que había llegado a encadenar 19 descalificativos a Pedro Sánchez de una sola tacada.
Un año después, Feijóo se ha descolgado esta semana con una durísima acusación contra el presidente del Ejecutivo: “Es inédito e inaudito lo que está haciendo el Gobierno contra la oposición, más propio de regímenes totalitarios que democráticos. Se enmarca en una línea de deriva autoritaria y de control de las instituciones y pone en riesgo las bases de la democracia”.
El motivo de una acusación de tal calibre es que el Gobierno, según Feijóo, manipuló sus palabras del pasado fin de semana, en las que dijo que el Ejecutivo “rinde pleitesía a regímenes autócratas” mientras Sánchez y el Rey participaban en la cumbre Iberoamericana. “Es bastante sorprendente la insolvencia y la mala fe de Feijóo. Lleva ya más de un año al frente del PP”, le criticó el presidente desde Santo Domingo. El líder del PP sostiene que no se refería a la cumbre y se queja de la agresividad del Gobierno con él. Pero el episodio revela también que, pese a su declaración de intenciones al acceder al trono del PP, un año después no ha podido evitar deslizarse por las acusaciones de trazo grueso.
Feijóo sí ha conseguido, a juicio de la opinión mayoritaria del PP, la auctoritas interna de la que carecía Casado. “Ha unido al partido”, destaca Ayuso, protagonista en aquella guerra que desangró al PP. Se le reconoce también que ha vuelto a situar al PP con opciones de gobernar, según las encuestas ―en la última de 40dB. para EL PAÍS, del mes de marzo, lograría 122 escaños, por los 106 del PSOE, aunque no llegaría a sumar con Vox mayoría absoluta―, y que nadie le disputa el liderazgo de la oposición. “Es la única alternativa a Sánchez”, proclaman los barones.
A partir de ahí, vienen los peros. En privado, algunos líderes territoriales destacan sus últimos errores, como el elogio a la reforma de las pensiones de Emmanuel Macron pese a que el presidente francés tiene las calles incendiadas o la aparición de una telepredicadora evangelista en un mitin en el que participó el pasado fin de semana en Madrid. “Creo que necesita algún día más de descanso y reflexión. Y un par o tres más de personas en su equipo directo”, opina un barón. En el PP se escuchan críticas a su comité de dirección ― “Que nunca consigue ser noticia”― y que no ha logrado recomponer el partido en el País Vasco, Navarra y Cataluña. De los territorios llegan también críticas por su posición “un tanto indefinida” sobre temas relevantes y porque “aparece poco en los periódicos”.
La primera prueba de fuego, que servirá de verdadero examen a su liderazgo, son las elecciones autonómicas y municipales de mayo. En conversación con EL PAÍS, los cinco presidentes de comunidad autónoma del PP en ejercicio ―Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de Andalucía; Isabel Díaz Ayuso, de Madrid; Alfonso Fernández Mañueco, de Castilla y León; Alfonso Rueda, de Galicia; y Fernando López Miras, de Murcia― le ponen deberes. Hay que ganar en votos y concejales las municipales y conseguir más poder territorial.
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Los presidentes, las voces más relevantes del partido, opinan también sobre la estrategia para ganar las generales. El andaluz, Moreno Bonilla, cree que el PP tiene que ocupar “todo el espacio del centro posible” mientras Ayuso, cuya estrategia difiere de la apuesta en principio moderada del líder, se queda con que “su rumbo lo están avalando las encuestas”.
Las encuestas dan aire a Feijóo en su primer aniversario, a la espera de los resultados de mayo y de cómo supere entonces el envite de los acuerdos con Vox. Ningún barón se manifiesta en contra de los pactos con el partido de Santiago Abascal, pero en sus palabras se observan los distintos matices y sensibilidades del PP, que un año después de la llegada de Feijóo a la presidencia todavía no ha resuelto su relación con Vox.
¿Qué balance hace del primer año de Feijóo al frente del PP?
Juan Manuel Moreno Bonilla: “Se ha consolidado como la única alternativa a Pedro Sánchez”.
Isabel Díaz Ayuso: “Es un éxito que en tan poco tiempo haya forjado un liderazgo político en España como el suyo y que las encuestas reflejen, mayoritariamente, el respaldo de los ciudadanos para ganar unas elecciones generales y convertirse en el próximo presidente del Gobierno. Ha unido al partido”.
Alfonso Fernández Mañueco: “Ha sido un año crucial. Ha demostrado que el PP es la única alternativa a Sánchez”.
Alfonso Rueda: “Feijóo ha devuelto a mucha gente el orgullo de ser del PP. Ha demostrado liderazgo, valores, capacidad, sentido de Estado… Todas las cualidades que debe tener un presidente”.
Fernando López Miras: “Si miro cómo estaba el PP hace un año a cómo está hoy, es evidente que está mucho mejor. Feijóo nos ha dado mucha más confianza a los presidentes, ha respetado nuestro criterio”.
¿Cuál sería un buen resultado del PP en las elecciones autonómicas y municipales de mayo?
Moreno Bonilla: “Un resultado positivo es ganar en votos las elecciones municipales y en número de concejales”.
Díaz Ayuso: “Conseguir que el 28-M sea el prólogo de un cambio de gobierno en España para las generales de final de año. El 28 de mayo debería convertirse en 8.000 mociones de censura al gobierno de Sánchez”.
Fernández Mañueco: “Vamos a por todas. Queremos un apoyo mayoritario en ayuntamientos, diputaciones y comunidades”.
Rueda: “Un buen resultado sería devolver al PP su condición de primera fuerza a nivel nacional. Eso sería el objetivo prioritario. Por supuesto, eso pasa por conseguir mejoras importantes en porcentaje de voto y recuperar algunos territorios”.
López Miras: “Que pudiéramos ofrecer la mayor parte de Gobiernos autonómicos y ayuntamientos serios y estables a los españoles. Habrá que verlo en contexto”.
¿Qué estrategia debe seguir el PP para ganar las generales de diciembre?
Moreno Bonilla: “Nosotros tenemos que ocupar el carril central de la vida política. Hacer una oposición exigente, pero ofrecer alternativas. Yo intentaría ocupar todo el espacio del centro posible, más allá de Ciudadanos”.
Díaz Ayuso: “Feijóo tiene clara la estrategia y el rumbo, y lo están avalando las encuestas. El PP ofrece soluciones y una España fuerte, con ganas, un país que avanza y que destina sus energías en proponer un futuro mejor, no en proyectos que miran atrás para dividir a los españoles. El PP es el partido que garantiza unos servicios públicos eficientes y de calidad mejor que nadie, y con impuestos bajos”.
Fernández Mañueco: “Lo que tenemos que hacer es lo que Feijóo ya está haciendo: Trabajar en cada pueblo, en cada ciudad, con eficacia y precisión. No existen fórmulas mágicas”.
Rueda: “Feijóo está aplicando lo que podríamos considerar política a la gallega. La política de lo que aquí llamamos sentidiño. Respuestas sensatas ante problemas concretos”.
López Miras: “No hay que hacer política de fuegos artificiales, de humo, sino hablar de lo importante. Sin duda, la confianza mayoritaria se obtiene desde el centro”.
¿Debe el PP entenderse con Vox?
Moreno Bonilla: “PP y Vox somos dos partidos distintos con importantes diferencias. La política de pactos la van a decidir los ciudadanos con su voto. Yo soy partidario de pedir una mayoría social suficiente para gobernar sin ataduras. Ahora bien, la realidad parlamentaria no se puede despreciar ni rechazar a priori. Yo soy partidario de tener las menores ataduras posibles con Vox”.
Díaz Ayuso: “El PP aspira a ganar con una amplia mayoría que nos permita gobernar en libertad. El PP está abierto al diálogo con todos los que defienden la Constitución de 1978 como pilar de nuestra democracia y del Estado de derecho, con la Corona como garante de las libertades en España. A partir de ahí, son los electores los que decidirán dónde y cómo podemos hablar entre nosotros”.
Fernández Mañueco: “En el PP salimos a por todas; salimos a lograr el respaldo mayoritario de los españoles. El PP con quien debe entenderse es con las personas de todo tipo… Nuestro diálogo constante y permanente debe ser con los españoles”.
Rueda: “El PP debe salir a ganar, al PSOE, a Vox y a cualquier partido. Y eso es lo que va a hacer. No nos presentamos a las elecciones para pactar, si no para tener mayorías sólidas que nos permitan desarrollar nuestro proyecto. En Galicia Vox tiene cero concejales y cero diputados, y eso en parte es mérito de Feijóo”.
López Miras: “Con Vox hay que tener una relación de respeto, porque es un partido constitucionalista que en muchas cosas coincide con el PP, como la unidad de España, aunque en otras muestra una deriva que preocupa. Si las encuestas aquí en Murcia se cumplen, y dicen que vamos a obtener una mayoría suficiente, lo que hay que preguntarle a Vox es si va a bloquear mi investidura junto al PSOE y Unidas Podemos”.
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La lotería de las sirvientas: iglesias de Madrid sortean empleos para inmigrantes en precario

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Teresa Michel cierra los ojos. Todavía tiene la luz de la mesilla encendida cuando, recostada en el colchón, aprieta fuerte sus manos gruesas, encomendándose a Dios para que la suerte, a sus 59 años, cambie por fin. A la una de la madrugada, en el piso que comparte con unas amigas en el barrio madrileño de Usera, el día que está por venir no le deja conciliar el sueño. Sigue sin trabajo, el último fue hace tres meses, y su futuro depende ya de la suerte. Y su suerte, a estas alturas, depende de unas monjas.
A las ocho de la mañana, con los ojos enrojecidos de sueño, esta española de origen boliviano, llega a la iglesia de las Religiosas de María Inmaculada —originariamente llamada Hermanas del Servicio Doméstico—, a pocos metros de la céntrica Glorieta de Bilbao. La mujer, que ha cuidado sobre todo a ancianos, se mantiene estos meses gracias a sus ahorros y dedica sus tardes a estudiar para sacarse cursos que le exigen en determinados trabajos. Con su mochila de tela al hombro, en la que guarda todos sus documentos, Michel se pierde enseguida en una cola en la que aguardan otras 60 mujeres, la mayoría de ellas latinoamericanas sin papeles. Todas llevan semanas de puerta en puerta persiguiendo una oportunidad, a veces la primera, y han oído que en la iglesia celebran un sorteo gracias al que podrán trabajar. El premio es un empleo clandestino de limpiadoras, de sirvientas, de cuidadoras… de lo que sea.
“No dejan de llegar. Pero la realidad es que no hay trabajo para nadie”, murmura la monja que ejerce de recepcionista y que ve desde su garita el pelotón de mujeres que cada lunes llena el recibidor de la congregación.

Ese día, la suerte la gestionan sor Lourdes y sor Isidora en una sala de reuniones de la planta baja en la que hay tantas candidatas que una parte de ellas debe sentarse en el suelo. Esta no es una cita a la que pueda venirse con prisa. Antes de nada, las monjas explican la misión de la orden y la historia de su fundadora, Santa Vicenta María López Vicuña. Esta santa colocaba a las chicas humildes y analfabetas que venían del campo en las casas de las familias pudientes de la capital, una misión que no es muy distinta de la de sus sucesoras. La charla dura media hora, pero el sorteo que viene a continuación es rápido, menos de dos minutos.
—Que salgan las que su nombre empiece por G de gato—, grita la hermana Isidora.
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—Ahora las que su nombre empiece por L.
Así hasta elegir 20 agraciadas. Lo siguiente será una entrevista personal con las monjas, que a lo largo de la semana cruzarán los perfiles de las mujeres con sus contactos. El resto se marchará para seguir buscando y, quizá, intentarlo de nuevo la semana siguiente.
Cada mes son miles las extranjeras que, como Michel, acuden a las puertas de algunas iglesias de Madrid para participar en esta lotería de las sirvientas. No ganan un trabajo, solo la posibilidad de tenerlo. El premio es una entrevista, una ficha en la que registrarán sus habilidades y con la que, con fortuna, la iglesia le conseguirá un empleo gracias a los contactos con los fieles que buscan personal de servicio. Lo habitual es que lo que surja, especialmente si no tienen papeles, sea un trabajo como interna, sirviendo a una familia o cuidando a personas mayores.
Las iglesias llevan años ejerciendo informalmente de agencias de empleo con los inmigrantes en toda España. Con cita previa, con listas, con diferentes sistemas, pero, en Madrid el número de inmigrantes y refugiados que llegan cada día les desborda. La ocurrencia del sorteo puede parecer peregrina, pero, para quienes los organizan, tiene su lógica. Cuando han querido seleccionar a los candidatos por orden de llegada se les ha llenado la acera de gente desde la noche anterior. Cuando lo han hecho con cita previa, ha florecido el mercado negro que trapicheaba con ellas. “Lo hacemos por sorteo porque hemos aprendido una cosa y es que en Latinoamérica, cuando hay una fila, hay mafia”, suelta Paco Blanco, el párroco, desde el ambón de la parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. “Por eso, este sistema. Quizá es un poco más lento, pero es más seguro. Hemos intentado que sea el más digno”.

Cada martes, la cola ante esta iglesia rodeada de embajadas en el norte de Madrid congrega unas 300 personas. Allen, un venezolano de 20 años recién llegado a la capital, recorre la fila con una mochila cargada de trufas de chocolate que vende de dos en dos por un euro. Le quedan dos meses de ahorros para mantenerse, pero necesita un empleo cuanto antes. “Voy a trabajar de lo que sea. He ido a restaurantes a muchas partes y todo va bien hasta el momento en que me preguntan si tengo papeles”, explica. Los venezolanos en España pueden beneficiarse de un permiso de residencia y trabajo por razones humanitarias, pero no hay citas para hacer el trámite, así que Allen y miles como él están condenados a quedarse en la irregularidad durante meses.
A partir de las nueve de la mañana todos entran ordenadamente en el templo, se ajustan la mascarilla y toman un pequeño papel con un número impreso. No cabe nadie más en los bancos. El párroco les da la bienvenida, los invita a rezar en pie un padrenuestro y un avemaría, y da paso a la rifa sin abandonar el tono de liturgia.
—La verdad es que la cosa no está fácil aquí, no les vamos a engañar. Nuestro propósito no es darles un trozo de pan, sino darles un trabajo y sostener a sus familias.

Concluidos los preámbulos, comienza el sorteo. Este ya no depende de la imaginación de una monja, sino de una aplicación, que muestra, de uno en uno, los 40 números de la suerte. El 222, el 90, el 10… Los agraciados se van levantando y son dirigidos al piso de abajo, donde les espera sor Pilar, una religiosa intuitiva y enjuta que parece rondar los 70 años. La mujer arrolla con su energía y, al principio, intimida con su carácter. No está para tonterías ni mentiras, advierte, y observa con recelo el trabajo de los periodistas.
—A ver qué vas a escribir al final. No es por mí, pero no quiero que esta gente tenga problemas.
Sor Pilar lleva más de 20 años cruzando oferta y demanda, extranjeras en precario, con familias que buscan internas. Madres que dejaron a sus hijos a miles de kilómetros, con matrimonios que necesitan ayuda para cuidar de sus bebés. O inmigrantes sin papeles con ancianos que ya no pueden valerse por sí mismos. El teléfono de su despacho no deja de sonar.

La monja entrevista a los candidatos y a los empleadores y les marca sus normas. En estos años, asegura, ha colocado a más de 8.000 personas, aunque, últimamente, tiene más trabajo que nunca.
Los ganadores del sorteo están separados. Los hombres aguardan en una sala, las mujeres en otra. Sor Pilar rompe el silencio y entra en la de ellas. No olvida una cara y descubre enseguida si alguien espera su turno sin haber ganado el premio. Manda a una mujer a la calle sin dudarlo. Se ha colado.
—Aquí somos serios, ¿está claro? Piensen bien a qué han venido a España, si a trabajar o a pasear. Si hay algo de externa tienen prioridad las personas casadas y con niños, no me traten de engañar porque yo tampoco quiero estropear sus vidas. Para interna tienen que ser solteras y sin hijos… Y las que tienen permiso de trabajo tienen que entender que deben ser estables porque hay poca gente que quiera gente con permiso…
Todas asienten. Para algunas es su primera vez, pero otras llevan años acudiendo a sor Pilar cada vez que se quedan sin trabajo. Hablan de ella con devoción y gratitud.

La monja impone las condiciones que el mercado del trabajo negro no regula. Si el empleado está en situación irregular, los jefes deben pagar igualmente el salario mínimo (1.080 euros) y ofrecer un seguro privado. También comprometerse a contratar al candidato en cuanto la ley lo permita, generalmente tres años después de su llegada a España. La religiosa les hace seguimiento, les ofrece formación y se asegura de que unos y otros cumplen con sus obligaciones. También marca las libranzas.
—No me pidan librar sábado y domingo. Aquí se sale los jueves por la tarde para venir a la formación de la iglesia y los domingos y festivos.
Evelyn de León, una maestra de educación infantil de Guatemala, aguarda su turno. Empezó su vida en España con 25 años, sin dinero y sin papeles. “Puf, estos seis meses aquí han sido durísimos. Porque aparte del permiso de residencia y trabajo, te piden experiencia y referencias, y si no has tenido un trabajo antes es imposible”, explica. A ella le prometieron un empleo al venir y una habitación, pero al llegar a Madrid, no había nada de eso. Desde entonces ha trabajado limpiando pisos y chalets a 4,70 euros la hora, empleos precarios con los que sacaba 90 euros a la semana. También ha trabajado como externa cuidando niños y haciendo las labores del hogar por 1.000 euros al mes. “Pero sin librar”, advierte. Ahora, espera que sor Pilar la coloque como interna. “Es pesado, pero es la única manera de estabilizarme”, mantiene.
Los candidatos pasan la mañana en la iglesia toqueteando sus móviles. Muchos pierden el tiempo porque no hay trabajo para todos, pero nadie rechista. No parece haber muchas más opciones ahí fuera.

En la sala de los hombres, el joven de las trufas de chocolate, que guardaba el número 222, espera su turno para que la monja y sus voluntarias le hagan una ficha. De repente, irrumpe sor Pilar. “A ver, ¿alguien para irse a Galicia? Me acaban de llamar que necesitan un chico en una finca”. Cinco hombres levantan la mano, aunque a Germán, colombiano, se le abren los ojos mirando a la religiosa. “Yo, por favor, yo nací en el campo”, le ruega. “No sé, quizá eres demasiado joven”, le responde sor Pilar. “Los jóvenes”, murmulla ella, “quieren salir por ahí”.
Un día después del sorteo, los empleadores acuden a la parroquia. “Ya saben que no mando a trabajar a nadie si no vienen aquí a buscarlo”, advierte sor Pilar. La monja escucha las peticiones, entra en la sala y elige con el dedo a la candidata. “Yo ya sé quién puede funcionar para cada trabajo”, explica. Enseguida, junta a los interesados en una salita, les deja claras las condiciones y se marcha para dejar que se conozcan. El 15 de marzo hubo varios acuerdos de empleo. Por allí aparecieron José María, un consultor financiero, y su padre, que buscaban un hombre para que se haga cargo de su pazo en Galicia, ese al que quiere ir Germán; una señora que necesitaba a alguien que cuide de su madre; otra que quiere una mujer que se ocupe de sus hijos; un matrimonio de empresarios jóvenes con dos niños que ese mismo día se lleva a una mujer colombiana a vivir a su casa…
Aquí no se utiliza el verbo contratar, o conocer, o fichar, aquí se usa el verbo “llevar”. “Conocimos a sor Pilar porque dos amigas de La Moraleja la tenían siempre de referencia y en 10 o 15 años nos hemos llevado ya dos o tres matrimonios”, explica el consultor financiero. “Me la llevo ya a enseñarle la casa”, dice la señora, que acaba de encontrar a la nueva cuidadora de su madre. “Está muy bien que sor Pilar haga el filtro de quién es una persona seria y trabajadora, porque necesitamos llevarnos a alguien de confianza”, celebra el matrimonio.

Los patrones no muestran mucho apuro por llevarse a casa a inmigrantes sin papeles, pero así funciona el sistema en España. La vía más sencilla para que un inmigrante consiga una autorización de residencia y trabajo consiste en esperar tres años y presentar un contrato de al menos un año. El sistema asume que el extranjero en situación irregular o vive del aire todo ese tiempo o, como realmente ocurre, trabaja en negro, en el campo o en casas, en una obra o en la cocina de un restaurante. Los cálculos de trabajo informal en las actividades de trabajo del hogar revelan que cerca de un 30% de las ocupadas podrían estar trabajando irregularmente, según el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia. La iglesia pone orden en el desorden.
Sentada en un banco de la calle Fuencarral, Teresa Michel abre su pequeña mochila en busca de lo “más importante” de su vida: su agenda. “Necesito parar unos segundos y organizarme para saber ahora dónde ir”. No ha sido elegida, así que el resto del día lo empleará en deambular de iglesia en iglesia y pedir ayuda. Por la noche volverá a encomendarse a Dios para que una letra o un número consigan dejarla dormir tranquila.
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Fuente, El Pais, www.elpais.com, Junto a su autor correspondiente .
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